12 de junio 2024. Catequesis Papa Francisco. Plaza de san Pedro. El Espíritu y la Esposa. El Espíritu Santo guía al Pueblo de Dios al encuentro con Jesús, nuestra esperanza. 3. «Toda la Escritura está inspirada por Dios». Conocer el amor de Dios por las palabras de Dios
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días, bienvenidos!
En la Segunda Carta de san Pablo a Timoteo figura esta afirmación: “Toda la Escritura está inspirada por Dios”
(3:16). Y otro pasaje del Nuevo Testamento dice: «Hombres movidos por el
Espíritu Santo han hablado de parte de Dios» (2 Pedro 1, 21). Esta es la
doctrina de la inspiración divina de la Escritura, la que proclamamos como
artículo de fe en el “Credo”, cuando decimos que el Espíritu Santo «habló por
medio de los profetas». La inspiración divina de la Biblia.
El Espíritu Santo, que inspiró
las Escrituras, es también el que las explica y las hace perennemente vivas y
activas.
De inspiradas, las vuelve inspiradoras. “Las Sagradas Escrituras…inspiradas por
Dios - dice el Concilio Vaticano II - y redactadas una vez para siempre,
comunican inmutablemente la palabra del mismo Dios, y hacen resonar la voz del
Espíritu Santo en las palabras de los Profetas y de los Apóstoles” (n. 21). De
este modo, el Espíritu Santo continúa,
en la Iglesia, la acción de Jesús Resucitado que, tras la Pascua, “abrió la
mente de los discípulos para que comprendieran las Escrituras” (cfr. Lucas 24, 45).
Puede suceder, en efecto, que un determinado pasaje de la Escritura, que
hemos leído muchas veces sin ninguna emoción particular, un día lo leamos en un
clima de fe y de oración y, de repente, ese texto se ilumine, nos hable, arroje
luz sobre un problema que vivimos, aclare la voluntad de Dios para nosotros en
una situación determinada. ¿A qué se debe este cambio, sino a una iluminación
del Espíritu Santo? Las palabras de la Escritura, bajo la acción del Espíritu,
se vuelven luminosas; y en esos casos tocamos con nuestras propias manos lo
cierta que es la afirmación de la Carta a los Hebreos: «… la palabra de Dios es viva y eficaz, más cortante que espada de doble
filo; […]» (4,12).
Hermanos y hermanas, la Iglesia
se nutre de la lectura espiritual de la Sagrada Escritura, es decir, de la
lectura realizada bajo la guía del Espíritu Santo que la inspiró. En su centro,
como un faro que lo ilumina todo, está el acontecimiento de la muerte y
resurrección de Cristo, que cumple el plan de salvación, realiza todas las
figuras y profecías, desvela todos los misterios ocultos y ofrece la verdadera
clave de lectura de toda la Biblia. La
muerte y resurrección de Cristo es el faro que ilumina toda la Biblia, y
también ilumina nuestras vidas.
El Apocalipsis describe
todo esto con la imagen del Cordero que rompe los sellos del libro “… escrito
por el anverso y el reverso, sellado con siete sellos” (cfr. 5, 1-9), la
Escritura del Antiguo Testamento. La
Iglesia, Esposa de Cristo, es intérprete autorizada del texto de la Escritura
inspirado, la Iglesia es la mediadora de su proclamación auténtica. Dado
que la Iglesia está dotada del Espíritu Santo, – por eso es intérprete - es
«columna y fundamento de la verdad» (1 Timoteo 3, 15). ¿Por qué? Porque está
inspirada, sostenida por el Espíritu Santo. Y la misión de la Iglesia es ayudar a los fieles y a quienes buscan la
verdad a interpretar correctamente los textos bíblicos.
Una forma de realizar la lectura espiritual de la Palabra de Dios es lo
que se llama la lectio divina, una palabra cuyo significado quizá no
entendemos. Consiste en dedicar un tiempo del día a la lectura personal y
meditada de un pasaje de las Escrituras. Y esto es muy importante: cada día tómense un tiempo para escuchar, para
meditar, leyendo un pasaje de la Escritura. Y para ello les recomiendo:
tengan siempre un Evangelio de bolsillo y llévenlo en la bolsa, en los
bolsillos…Así, cuando estén de viaje o cuando tengan un poco de tiempo libre lo
toman y leen…Esto es muy importante para la vida.
Tomen un Evangelio de
bolsillo y durante el día léanlo una vez, dos veces, cuando puedan. Pero la lectura espiritual de las Escrituras por
excelencia es la lectura comunitaria que se realiza en la Liturgia, en la Santa
Misa. Allí vemos cómo un acontecimiento o una enseñanza, dado en el Antiguo
Testamento, encuentra su plena realización en el Evangelio de Cristo. Y la
homilía, ese comentario que hace el celebrante, debe ayudar a transferir la
Palabra de Dios del libro a la vida.
Pero para ello, la homilía debe ser breve:
una imagen, un pensamiento, un sentimiento. La homilía no debe durar más de ocho minutos, porque después de ese
tiempo se pierde la atención y la gente se duerme, y tiene razón. Una
homilía debe ser así. Y esto es lo que quiero decir a los sacerdotes que hablan
mucho, a menudo, y no se entiende de qué hablan.
Una homilía corta: un
pensamiento, un sentimiento y una indicación para la acción, cómo hacer. No más
de ocho minutos. Porque la homilía debe
ayudar a transferir la Palabra de Dios del libro a la vida. Y, entre las
muchas palabras de Dios que escuchamos cada día en la Misa o en la Liturgia de
las Horas, siempre hay una que está destinada especialmente a nosotros. Algo
que nos llega al corazón. Si la acogemos en nuestro corazón, puede iluminar
nuestra jornada, animar nuestra oración. ¡Se
trata de no dejar que caiga en saco roto!
Concluyamos con un pensamiento que puede ayudarnos a enamorarnos de la
Palabra de Dios. Como algunas piezas musicales, la Sagrada Escritura tiene una
nota subyacente que la acompaña de principio a fin, y esta nota es el amor de
Dios. «Toda la Biblia - observa San
Agustín- no hace más que narrar el amor de Dios». Y San Gregorio Magno
define la Escritura como 'una carta de Dios Todopoderoso a su criatura', como
una carta del Esposo a la esposa, y exhorta a «aprender a conocer el corazón de
Dios en las palabras de Dios'». «…por esta revelación – dice el Vaticano II –
Dios invisible, …habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor, y
mora con ellos, para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su
compañía» (Dei Verbum, 2).
Queridos hermanos y hermanas, ¡adelante con la lectura de la Biblia!
Pero no olviden el Evangelio de bolsillo: llévenlo en la bolsa, en el bolsillo,
y en algún momento del día lean un pasaje. Esto los acercará mucho al Espíritu
Santo que está en la Palabra de Dios. Que el Espíritu Santo, que inspiró las
Escrituras y ahora sopla desde ellas, nos ayude a captar este amor de Dios en
las situaciones concretas de la vida. Gracias. Fuente e Imagen de Vatican. Va.