Evangelio sábado 8 de junio 2024
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
Creyendo que estaba en
la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los
parientes y conocidos. Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca
de Él. Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la
Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas.
Y todos los que lo oían
quedaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas. Al verlo, sus padres
quedaron maravillados y su madre le dijo: “Hijo mío, ¿por qué nos has hecho
esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados”. Jesús les respondió:
“¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que Yo debo ocuparme de los asuntos de mi
Padre?” Ellos no entendieron lo que les decía. Él regresó con sus padres a
Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón.”
Lucas 2, 41-51.
Una forma muy práctica de llegar a Jesucristo, de conocer su misterio,
de entrar en la vida del Hijo de Dios, es a través de la Santísima Virgen María.
Históricamente lo recomienda la Escritura, los santos, los hermeneutas
bíblicos. Nuestra Madre celestial como intercesora, y medio excelente de
comunicación, como mediadora de tantas gracias nos permite confiar en su amor
maternal, para que consagrados a su corazón inmaculado podamos gozar de la vida
de su Hijo Jesús.
El corazón inmaculado
de nuestra querida señora, nos brinda una buena multiplicidad de enseñanzas. La
primera es el mandato universal, de dejarnos
guiar por el amor de Dios. Aprender a amar según el corazón de María para
nunca lastimar a ninguna persona, para realizar siempre el bien, para perdonar
con mucha facilidad.
La segunda, es saber con certeza, dónde podemos guardar la
Palabra de Dios. La respuesta es: “María guardaba todas sus cosas en el
corazón”. (Lucas 2, 19). Quien conserva la Palabra divina en sus labios y en su
corazón, cumple verdaderamente con la voluntad de Dios. Es ese tipo de tipo
como la Virgen María: Buena, llena de amor, humilde, servicial, disponible,
buena escucha del mandato divino.
La Tercera, es poder imitar el corazón de nuestra querida madre
celestial. Por ejemplo: María es prudente, buena escucha y respetuosa a la
voy de su Hijo: “Yo debo ocuparme de las cosas de mi Padre” (Lucas 2, 51).
María Santísima, es obediente y respetuosa a la misión de su Hijo. Ella dice a
los empleados en Caná de Galilea: “Hagan lo que Él les diga”. (cfr. Juan 2,
1-12).
María asume con alegría y amor la misión que le encomienda su Hijo. “Ser
la madre de todos los creyentes” (Juan 19, 26-27).
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