Evangelio viernes 14 de junio
2024
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
“Jesús dijo
a sus discípulos: Ustedes han oído que se dijo: “No cometerás adulterio”. Pero
Yo les digo: El que mira a una mujer deseándola ya cometió adulterio con ella
en su corazón. Si tu ojo derecho es para ti una ocasión de pecado, arráncalo y
arrójalo lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y
no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.
Y si tu mano derecha es para ti una
ocasión de pecado, córtala y arrójala lejos de ti: es preferible que se pierda
uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.
También se dijo: “El que se divorcia
de su mujer debe darle una declaración de divorcio”. Pero Yo les digo: El que
se divorcia de su mujer, excepto en caso de unión ilegal, la expone a cometer
adulterio; y el que se casa con una mujer abandonada por su marido comete
adulterio.” Mateo 5, 27-32.
La
pureza del corazón, la pureza del alma, la pureza de la mente, la pureza de las
palabras, permitirá que cada persona comprenda dónde está el valor de la
justicia con los demás. La misericordia y el perdón van en comunión con la
justicia. En la Antigua Alianza se fijó como un presupuesto moral el tema del
adulterio (Éxodo 20, 17) como una violación del derecho de la persona, un
pecado odioso (Job 31, 11), es una fallida decisión que destruye la vida de las
personas. (Proverbios 6, 26ss). Es algo que lleva a la fosa (Eclesiástico 9, 9)
La tercera parte de nuestro
Catecismo de la Iglesia Católica, nos recuerda que el sexto mandato de la ley de Dios, prohíbe el adulterio. Los
profetas denuncian su gravedad y lo comparan como un pecado de idolatría. (cfr.
Jeremías 5, 7). El adulterio es una injusticia. Falta a la caridad y a la
misericordia. (cfr. Numerales, 2380 – 2391). El remedio para los desórdenes en
materia de vida afectiva y sexual, es la bienaventuranza: "Bienaventurados
los limpios de corazón porque ellos verán a Dios" (Mateo 5, 8).
Existe
un vínculo entre la pureza del corazón, la pureza del cuerpo y la fe. El gran doctor de la Iglesia, san Agustín de
Hipona, recomendaba: “Los fieles deben creer los artículos del Símbolo “para
que, creyendo, obedezcan a Dios; obedeciéndole, vivan bien; viviendo bien,
purifiquen su corazón; y purificando su corazón, comprendan lo que creen” (cfr.
Symbolo 10, 25) (cfr. Catecismo numeral 2518 – 2519).
Viene bien pensar en la
virtud de la templanza: Los pensadores griegos en su filosofía la definían como
la capacidad de mantener la calma y el equilibrio.
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