Evangelio jueves 20 de junio 2024
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
Ustedes
oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu
Nombre, que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el
cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido. No
nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal. Si perdonan sus faltas a
los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero
si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.” Mateo 6,
7-15
Lo
primero que Jesús enseña a propósito de la oración es llamar a Dios con el
nombre de “Padre”. Para un hebreo del siglo 1º, la relación con el padre estaba
hecha de intimidad, pero también de reconocimiento de la soberanía sobre cada
miembro de la familia. Esto se refleja en el uso cristiano de llamar a Dios
“padre” Según el esquema clásico de la oración bíblica, la primera parte del
“Padre nuestro” mira directamente a Dios, mientras la segunda parte se refiere
a las necesidades del hombre en la vida terrena.
El
doctor Angélico enseña: debemos honrar a Dios por medio de una alabanza que
brote no sólo de los labios sino sobre todo del corazón; debemos honrarle
también por la pureza de nuestro cuerpo y el ejercicio de la justicia con el
prójimo. Por ser nuestro Padre debemos igualmente imitarle por la perfección
del amor y de una misericordia que vaya siempre acompañada por las obras.
Santificar
el nombre de Dios es reconocer su grandeza, reconocerle como lo que es, “el
santo de los santos”, el único santo, Aquel al que toda santidad se
refiere, pues es la fuente de toda santidad.
En consecuencia, se reconoce la santidad de Dios o se santifica su nombre
cuando uno compromete la vida entera por él, cuando nuestra vida está en
función de Dios, hasta el punto de que en ocasiones la santificación del nombre
nos puede llevar a entregar la vida por Dios.
El Papa Francisco enseña que el Padre Nuestro
nos hace pedir lo que es esencial. "Está presente donde
quiera que haya un hombre que tiene hambre, que llora, que lucha, que sufre y
anhela una respuesta que le explique su destino”. Jesús, en la oración, no
quiere apagar al ser humano, no quiere anestesiarlo. (cfr. Audiencia, 12 de
diciembre, 2018).
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