19 de junio de 2024

A DIOS SE LE ALABA CON LOS LABIOS Y EL CORAZÓN Evangelio jueves 20 de junio 2024


A DIOS SE LE ALABA CON LOS LABIOS Y EL CORAZÓN
Evangelio jueves 20 de junio 2024
Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué
“Jesús dijo a sus discípulos: Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados. No hagan como ellos, porque el Padre de ustedes que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan.
Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo.

            Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido. No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal. Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.” Mateo 6, 7-15
            Lo primero que Jesús enseña a propósito de la oración es llamar a Dios con el nombre de “Padre”. Para un hebreo del siglo 1º, la relación con el padre estaba hecha de intimidad, pero también de reconocimiento de la soberanía sobre cada miembro de la familia. Esto se refleja en el uso cristiano de llamar a Dios “padre” Según el esquema clásico de la oración bíblica, la primera parte del “Padre nuestro” mira directamente a Dios, mientras la segunda parte se refiere a las necesidades del hombre en la vida terrena.
 
            El doctor Angélico enseña: debemos honrar a Dios por medio de una alabanza que brote no sólo de los labios sino sobre todo del corazón; debemos honrarle también por la pureza de nuestro cuerpo y el ejercicio de la justicia con el prójimo. Por ser nuestro Padre debemos igualmente imitarle por la perfección del amor y de una misericordia que vaya siempre acompañada por las obras. 
 
            Santificar el nombre de Dios es reconocer su grandeza, reconocerle como lo que es, “el santo de los santos”, el único santo, Aquel al que toda santidad se refiere, pues es la fuente de toda santidad.  En consecuencia, se reconoce la santidad de Dios o se santifica su nombre cuando uno compromete la vida entera por él, cuando nuestra vida está en función de Dios, hasta el punto de que en ocasiones la santificación del nombre nos puede llevar a entregar la vida por Dios. 
 
El Papa Francisco enseña que el Padre Nuestro nos hace pedir lo que es esencial.  "Está presente donde quiera que haya un hombre que tiene hambre, que llora, que lucha, que sufre y anhela una respuesta que le explique su destino”. Jesús, en la oración, no quiere apagar al ser humano, no quiere anestesiarlo. (cfr. Audiencia, 12 de diciembre, 2018).
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