25 de agosto 2024. Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo! “En Jesucristo encontraron palabras de vida eterna” Ángelus Regina Coeli, Papa Francisco.
Hoy el
Evangelio de la liturgia (Juan 6, 60-69) nos refiere la célebre respuesta de
San Pedro, que dice a Jesús: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes
palabras de vida eterna» (Juan 6, 68). ¡Hermosa respuesta! Es una expresión muy
hermosa, que testimonia la amistad y la confianza que lo unen a Cristo, junto
con los demás discípulos. “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna”. ¡Hermoso!
Pedro la
pronuncia en un momento crítico, porque Jesús acaba de terminar un discurso en
el que ha dicho que es “el pan bajado del cielo” (cf. Juan 6, 41): este es un
lenguaje difícil de entender para la gente, y muchos, también los discípulos
que lo seguían, lo abandonaron, porque no entendían.
Los Doce,
en cambio, no: se quedaron, porque en Él encontraron “palabras de vida eterna”.
Lo han escuchado predicar, han visto los milagros que llevó a cabo y continúan
compartiendo con Él los momentos públicos y la intimidad de la vida cotidiana
(cf. Marcos 3, 7-19).
No siempre
los discípulos comprenden lo que el Maestro dice y hace; a veces les cuesta
aceptar las paradojas de su amor (cf. Mateo 5, 38-48), las exigencias extremas
de su misericordia (cf. Mateo 18,21-22), la radicalidad de su modo de
entregarse a todos. No es fácil para
ellos entender, pero son leales. Las elecciones de Jesús van a menudo más
allá de la mentalidad común, más allá de los cánones mismos de la religión
institucional y de las tradiciones, hasta el punto de crear situaciones provocadoras
y embarazosas (cf. Mateo 15, 12). No es fácil seguirlo.
Y, sin embargo,
entre los muchos maestros de aquel tiempo, Pedro
y los demás apóstoles encontraron solo en Él la respuesta a la sed de vida, a
la sed de alegría, a la sed de amor que los anima; solo gracias a Él
experimentan la plenitud de vida que buscan, más allá de los límites del pecado
e incluso de la muerte. Por eso no se van, al contrario, todos, excepto uno,
incluso entre muchas caídas y arrepentimientos, permanecen con Él hasta el
final (cf. Juan 17,12).
Y, hermanos
y hermanas, esto también nos concierne a nosotros: tampoco para nosotros es
fácil seguir al Señor, comprender su modo de actuar, hacer nuestros sus
criterios y sus ejemplos. Tampoco para nosotros es fácil. Pero, cuanto más nos acercamos a Él —cuanto más
nos adherimos a su Evangelio, recibimos su gracia en los Sacramentos,
estamos en su compañía en la oración, lo imitamos en la humildad y en la
caridad—, más experimentamos la belleza de tenerlo como Amigo, y nos damos
cuenta de que solo Él tiene “palabras de vida eterna”.
Entonces,
preguntémonos: ¿Hasta qué punto está
presente Jesús en mi vida? ¿Hasta qué punto me dejo tocar y provocar por
sus palabras? ¿Puedo decir que son también para mí “palabras de vida eterna”? A
ti, hermano, hermana, pregunto: ¿Las palabras de Jesús, son para ti —también
para mí— palabras de vida eterna?
Que María,
que acogió a Jesús, Verbo de Dios, en su carne, nos ayude a escucharlo y a no
dejarlo nunca. Fuente: Aciprensa