Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
“Al llegar
a su pueblo, Jesús se puso a enseñar a la gente en la sinagoga, de tal manera que
todos estaban maravillados. “¿De dónde le vienen, decían, esta sabiduría y ese
poder de hacer milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿Su madre no es la
que llaman María? ¿Y no son hermanos suyos Santiago, José, Simón y Judas? ¿Y
acaso no viven entre nosotros todas sus hermanas? ¿De dónde le vendrá todo
esto?”
Jesús era para ellos un motivo de
escándalo. Entonces les dijo: “Un profeta es despreciado solamente en su pueblo
y en su familia”. No hizo allí muchos milagros, a causa de la falta de fe de
esa gente.” Mateo 13, 54-58.
¿Por
qué será que las personas que estaban más cerca del Nazareno, fueron las que
más censuraron su misión? La
pregunta es valedera. No tiene explicación algo que tiene su lógica, su razón
de ser, pero el efecto es la crítica destructiva, el desconocimiento del ser de
Dios en Jesús de Nazareth. Se espera mucho de aquellas personas que están más
en la línea de Dios, pero el desconcierto, es encontrar personas muy inmaduras
en su fe, poco cultivo de los asuntos de la fe.
Para
poder vivir de acuerdo a la fe, es necesario maravillarse de la grandeza de
Dios. Los criterios con que miramos a las demás personas no son válidos
para hablar del mismo Dios. Muchos judíos en su tiempo no pudieron descubrir la
grandeza de Dios en su Hijo Jesús, porque sus
criterios eran demasiado humanos.
Miraron al
Maestro con los mismos criterios humanos que no deberían existir. Por ejemplo:
La sociedad tiene el mal hábito de clasificar las personas, ubicarlas en un
estrato social, aprobarlas o no, según su procedencia. Darles un calificativo
de acuerdo a su formación intelectual.
Un
profeta nos da una sabia enseñanza sobre la visión que él tenía sobre el Hijo
de Dios. a la vez nos sirve como moraleja y pensar: ¿Cómo tratamos a los
demás según el rango de nuestra fe? Decía el profeta Isaías: ““He aquí que una
doncella está en cinta y va a dar a luz un Hijo y le pondrá por nombre
–Emmanuel- (7, 14b)
“Porque un niño nos ha nacido, un
hijo se nos ha dado, estará el señorío sobre su nombre y se llamará –maravilla
del consejero-”. “Saldrá un vástago del tronco de Jesé y un retoño de sus
raíces brotará, reposará sobre El, el Espíritu del Señor… juzgará con justicia
a los débiles y sentenciará con rectitud a los pobres de la tierra” (11,1-4).
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