Evangelio miércoles 28 de agosto
2024
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
“Jesús
habló diciendo: ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que parecen
sepulcros blanqueados: ¡hermosos por fuera, pero por dentro llenos de huesos de
muertos y de podredumbre! Así también son ustedes: por fuera parecen justos
delante de los hombres, pero por dentro están llenos de hipocresía y de
iniquidad.
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos
hipócritas, que construyen los sepulcros de los profetas y adornan las tumbas
de los justos, diciendo: “¡Si hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros
padres, no nos hubiéramos unido a ellos para derramar la sangre de los
profetas”! De esa manera atestiguan contra ustedes mismos que son hijos de los
que mataron a los profetas. ¡Colmen entonces la medida de sus padres! Mateo 23,
27-32.
Entendemos
que la hipocresía corresponde a una persona quien finge ser lo que no es y
con esa actitud negativa obtiene reconocimientos sociales y ganancias. La
fuente de la hipocresía es el primer pecado capital, la Soberbia, el orgullo.
La hipocresía
no es el camino indicado para ser un buen cristiano, un buen ministro, un
buen profesional, una gran persona en la sociedad. Al contrario, las personas
hipócritas descuidan lo más importante: la ley, la justicia, la misericordia,
lastiman la fe de las demás personas.
La hipocresía ha existido todo el
tiempo. La Sagrada Escritura nos permite tener conocimiento de este mal que ha
ido acompañando la historia de la humanidad. El mal se volvió desafortunadamente común. Aparece desde el mismo
libro de la creación hasta el culmen del fin del mundo.
Lo denunciaron los patriarcas, los profetas.
El último de los profetas y el primero del nuevo testamento luchó contra este
mal en la sociedad. En el siglo 7 antes de Cristo hubo un hombre que Dios lo
llamó a ser profeta, se convirtió en el profeta de la justicia y el combate
contra la vivencia falsa de la religión.
Anunció la Palabra en el norte de
Israel. Su nombre es Amós. Predicó a manera de oráculos. Quiso que la humanidad entendiera que Dios misericordioso es también el
Dios de la justicia. El Dios que no está de acuerdo con la desobediencia,
la injusticia y la hipocresía. Justo en el capítulo quinto de su profetismo, el
profeta denuncia la rebeldía espiritual, el egoísmo, la prepotencia del ser
humano.
La
invitación profética es volver por los caminos de Dios. (cfr. Amós 5,
1-27). El Papa Benedicto XVI afirmaba
que no puede haber justicia, donde el hombre hace de sí mismo el único maestro
para el mundo y para él, eso es hipocresía. (cfr. Homilía, 2 de octubre, 2005).
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