Evangelio lunes 26 de agosto 2024
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
“Jesús
habló diciendo: ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que cierran a
los hombres el Reino de los Cielos! Ni entran ustedes, ni dejan entrar a los
que quisieran. ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que recorren mar
y tierra para conseguir un prosélito, y cuando lo han conseguido lo hacen dos
veces más digno del infierno que ustedes!
¡Ay de ustedes, guías
ciegos, que dicen: “Si se jura por el santuario, el juramento no vale; ¡pero si
se jura por el oro del santuario, entonces sí que vale”! ¡Insensatos y ciegos! ¿Qué
es más importante: el oro o el santuario que hace sagrado el oro? Ustedes dicen
también: “Si se jura por el altar, el juramento no vale, pero vale si se jura
por la ofrenda que está sobre el altar”. ¡Ciegos!” °°° Mateo 23, 13-22.
El
Maestro de Nazareth advierte el gran peligro cuando una persona mezcla los
deseos mundanos con la vivencia de su fe.
Por ejemplo: amor exagerado por el dinero. Manipular los asuntos
religiosos, para obtener ganancias. Manipular personas con la misma Palabra de
Dios. Manejar una doble personalidad. Para tal caso, el Maestro curiosamente
toma como ejemplo un término de raíz griega que en su esencia es positivo, pero
al usarlo contra los manipulan las cosas de Dios, se convierte en negativo.
Los
griegos utilizaban el término hipócrita para designar a aquella persona
comediante, mimo, actor en un teatro. Jesucristo usa el mismo término en el
contexto bíblico para referirse a la persona
que engaña, tramposa, doble personalidad, como aquel que usa un disfraz. En
el antiguo Testamento de la Escritura la misma palabra hipócrita se refiere a
las personas impuras.
Los hermeneutas bíblicos nos enseñan que la persona
hipócrita se la juega entre el ser y el aparecer. El hipócrita no cuenta con una buena escala de valores. El hipócrita
no tiene el don de discernir, el mal propiamente arruinó su conciencia. Jesucristo no desea seguidores con
máscaras.
El
Papa Francisco recomienda estar atento ante la Hipocresía porque pone en
peligro la unidad de la Iglesia. El virus de la hipocresía se difunde
fácilmente, es como el miedo a decir la verdad, a ser lo que realmente debería
ser. Se prefiere fingir en lugar de ser uno mismo. La hipocresía nos conduce
por la falsedad y la iniquidad.
El
hipócrita vive en el egoísmo y no tiene fuerza para demostrar su corazón con
transparencia. (cfr. Audiencia, 25 de
agosto, 2021).
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