Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
“Los
discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle: «¿Quién es el más grande en
el Reino de los Cielos?». Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y
dijo: «Les aseguro que, si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no
entrarán en el Reino de los Cielos. Por lo tanto, el que se haga pequeño como
este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos.
El que recibe a uno de estos
pequeños en mi Nombre, me recibe a mí mismo. Cuídense de despreciar a cualquiera
de estos pequeños, porque les aseguro que sus ángeles en el cielo están
constantemente en presencia de mi Padre celestial.
¿Qué les parece? Si un hombre tiene
cien ovejas, y una de ellas se pierde, ¿no deja las noventa y nueve ovejas
restantes en la montaña, para ir a buscar la que se extravió? Y si llega a
encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y
nueve que no se extraviaron. De la misma manera, el Padre que está en el cielo
no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños.» Mateo 18, 1-5. 10.
12-14
Mientras
los habitantes del mundo están pendientes de ser grandes, llegar muy lejos, ser
muy populares ante los demás, obtener cantidad de títulos universitarios,
ocupar grandes cargos en la sociedad, imponerse por la soberbia. El Hijo de
Dios piensa en la actitud contraria donde el ser humano cree que está la
felicidad.
Para Dios los grandes, son los humildes, los
sencillos, los que
se equivocan, los que trabajan por ser mejores cada día, los que evalúan su
propia personalidad, los que se dejan guiar por el Espíritu de su Señor, los
que están disponibles para servirle a los demás.
Cuando Jesucristo comenzó a predicar
el Reino de su Padre, encontró el tropiezo de una sociedad, soberbia, vanidosa,
envidiosa. Una sociedad contraria a los ojos de Dios. Llegó a la conclusión que
los humildes son los que entienden y
aceptan la Buena Nueva del Reino de Dios. (cfr. Mateo 11, 25-30). El Papa Francisco ofrece una variedad de
pensamientos acerca de la humildad. Nos recuerda la propuesta del apóstol
san Pablo: “No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad
consideren a los demás como superiores a ustedes mismos”. (Filipenses 2, 3-8).
Dice
el santo Padre Francisco: Sean personas humildes, no busquen los grupitos de
los poderosos o los ideólogos de turno. La autoridad y el poder radica en
la humildad. La persona humilde sabe comunicarse con Dios. Si deseas ser
autoridad preocúpate por darle ejemplo a los demás. Una persona humilde, es
mansa, agradable, no grita, no regaña a los demás. Debes preocuparte de no
realizar la falsa carrera de la humildad. No a la farsa en la humildad.
(Exhortaciones, año 2018).
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