Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
“Jesús dijo
a sus discípulos: El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue
con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el
que pierda su vida a causa de mí, la encontrará. ¿De qué le servirá al hombre
ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de
su vida?
Porque el Hijo del hombre vendrá en
la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de
acuerdo con sus obras. Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes
no morirán antes de ver al Hijo del hombre, cuando venga en su Reino.” Mateo
16, 24-28
Seguir
al Maestro de Nazareth tiene sus exigencias. Cuando una persona desde el
ambiente de su fe, desde la experiencia que va teniendo en su vida cristiana,
la madurez que va adquiriendo cumpliendo con la misión, llega a la conclusión
que sin ciertos requisitos la obra evangelizadora no logra su cometido.
El
Hijo de Dios es quien tiene la razón. Quienes deseen encaminarse en la misión
que Él quiere, deberán. Primero, contar
con la conciencia del desprendimiento. Segundo, asumir la cruz de la
perseverancia, la dedicación, el sacrificio. Tercero, pedir al buen Dios la
gracia de la fidelidad. Las tres razones son suficientes para convertirse en un
buen apóstol. Un discípulo misionero que necesita la misma Iglesia.
El
desprendimiento tiene su objetivo. El apostolado se hace fecundo cuando hacemos
la voluntad de Aquel que lo instituyó. No se puede evangelizar buscando
privilegios, no se puede evangelizar exigiendo comodidades, no se puede
evangelizar creando la polémica. El desprendimiento de lo terrenal y lo
placentero es la mejor arma para entregar el mensaje. Dice el mensaje divino:
“Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no
tiene donde reclinar la cabeza” (Mateo 8, 20).
La
Cruz es un excelente signo para la misión. Jesús no quiere atraer las
multitudes porque hace milagros. Él no se deja seducir por la gloria fácil que
puede obtener de los hombres. Él quiere que nosotros volvamos los ojos hacia la
Cruz, porque allí está su máximo título de gloria (Juan 12, 20-33).
San Pedro
afirma que somos testigos de Aquel que murió clavado en la Cruz. (Hechos 2,
23). La fidelidad es un reto permanente en la vida cristiana. El mal se
derrota con la fidelidad. Jesucristo es el testigo fiel, el primogénito de
entre los muertos, el príncipe de los reyes de la tierra. (Apocalipsis 1, 5).
SI DESEAS ESCUCHAR EL AUDIO DE ESTA REFLEXIÓN
HAZ CLICK AQUÍ