Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
“Dijo Jesús
a sus discípulos esta parábola: El Reino de los Cielos se parece a un
propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después
de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió
otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo y les
dijo: Id también vosotros a mi viña y os pagaré lo debido.
Ellos fueron. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y
les dijo: ¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar? Le respondieron:
Nadie nos ha contratado. Él les dijo: Id también vosotros a mi viña. Cuando
oscureció, el dueño dijo al capataz: Llama a los jornaleros y págales el
jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros.” °°° Mateo 20,
1-16.
Dios
necesita personas que trabajen en su Reino. Que anuncien la Palabra, Que
edifiquen con su propio ejemplo. Que sean modelos para la comunidad. Dios
tiene un concepto muy significativo sobre el trabajo, como una gracia de Dios,
como una misión para cumplir, como un derecho, como aquello que edifica y
construye la vida de cada ser humano.
Dios
relaciona perfectamente: trabajo con justicia, trabajo con derecho. Todos
tienen derecho al trabajo. El mismo trabajo no puede dividir las personas en
clases sociales, en mejores, en peores, en simples obreros o en privilegiados.
El mismo Salvador del mundo afirma: “Los últimos serán los primeros. Los
primeros serán los últimos”. (Mateo 20, 16).
Los conocedores de la hermenéutica
bíblica nos recuerdan que la vid en la Sagrada Escritura, es el buen ejemplo de aquellos trabajadores que cultivan muy bien la
viña y producen un excelente vino. El profeta Isaías compara el pueblo de
Israel como una gran viña. (cfr. Isaías 5, 1-7. 27, 2-5). También existe el
concepto negativo.
Un pueblo
que tiene una viña exuberante, pero en lugar de hacer el bien, al contrario,
produce muchas idolatrías. (cfr. Oseas 10, 1). Existen personas de mala fe en
las viñas. Por ejemplo, el profeta se queja, que su viña fue devastada por los
invasores. (cfr. Jeremías 12, 10).
San
Juan Pablo II enseñaba: “En la palabra de la divina Revelación está inscrita
muy profundamente esta verdad fundamental, que el hombre, creado a imagen de Dios, mediante su trabajo participa en la
obra del Creador, y según la medida de sus propias posibilidades, en cierto
sentido, continúa desarrollándola y la completa, avanzando cada vez más en el
descubrimiento de los recursos y de los valores encerrados en todo lo creado”
(cfr. Laborem Exercens, 25).
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