Evangelio miércoles 7 de agosto
2024
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
Sus
discípulos se acercaron y le pidieron: “Señor, atiéndela, porque nos persigue
con sus gritos”.
Jesús respondió: “Yo he sido enviado
solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel”. Pero la mujer fue a
postrarse ante Él y le dijo: “¡Señor, socórreme!” Jesús le dijo: “No está bien
tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los cachorros”.
Ella respondió: “¡Y sin embargo,
Señor, los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños!” Entonces
Jesús le dijo: “Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!” Y en ese
momento su hija quedó sana.” Mateo 15, 21-28
Jesucristo
ofrece salvación universal. Cuando se trata hablar del tema salvífico es
muy importante no caer en la tentación de ser excluyentes. En ningún momento
Dios, le niega la salvación a alguna persona. Al contrario, su lema es: “El
Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido” (Lucas 19,
10). “Yo no condeno al que escucha mis palabras y no las guarda, no he venido a
condenar al mundo, sino a salvarlo”. (Juan 12, 47). “Dios no envió su Hijo para condenar el
mundo, sino para que el mundo se salve por Él” (Juan 3, 17). La salvación viene
de Dios, es de Dios, se convierte en realidad para toda la humanidad.
La
salvación que ofrece Dios, va en comunión con la fe de la persona, con la
conversión, con el verdadero arrepentimiento, con la aceptación de la
Palabra de Dios. Una mujer samaritana, encuentra su camino hacia Dios. El
Maestro de Nazareth le regala la clave de la salvación: “Los que quieran dar
culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad. (cfr. Juan 4, 23).
Una mujer
Cananea convence al Hijo de Dios por su calidad de fe. El salvador le responde:
“Mujer, qué grande es tu fe”. El obstáculo que encuentra la salvación es la
incredulidad de la persona. Si no existe la fe, la misma persona cierra el paso
hacia la salvación, no Dios.
Pensemos en otro ejemplo, del único
salvador: Pedro y Juan representan al colegio apostólico, ellos son testigos de
la resurrección de Cristo, por su obra, el pueblo de Dios los acredita como
mediadores de la salvación (Hechos 4, 9, 12); en el fondo, el verdadero
protagonista de toda esa riqueza apostólica es Jesús, único salvador.
El Papa
Francisco enseña: La salvación «no se compra y no se vende» porque «es un
regalo totalmente gratuito». Pero para recibirla Dios nos pide tener «un
corazón humilde, dócil, obediente» (cfr. Homilía, 25 de marzo, 2014).
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