30 de noviembre
2025. “La paz se implora con la oración y con la penitencia”. Discurso Papa
León XIV. Iglesia patriarcal San Jorge (Estambul)
Santidad, amado
hermano en Cristo,
Beatitudes,
queridos hermanos
en el Episcopado,
miembros del
Santo Sínodo del Patriarcado Ecuménico,
queridos hermanos
y hermanas:
Nuestra
peregrinación, en los lugares donde se celebró el primer Concilio ecuménico de
la historia de la Iglesia, concluye con esta solemne Divina Liturgia, en la
cual hemos conmemorado al apóstol Andrés que, según la antigua tradición, trajo
el Evangelio a esta ciudad. Su fe es la nuestra; la misma que han definido
los Concilios ecuménicos y que hoy profesa la Iglesia.
Con los Jefes de
las Iglesias y los Representantes de las Comunidades Cristianas Mundiales lo
hemos recordado durante la oración ecuménica, la fe profesada en el Credo
Niceno-Constantinopolitano nos une en una comunión real y nos permite
reconocernos como hermanos y hermanas. Ha habido muchos malentendidos e
incluso conflictos entre cristianos de distintas Iglesias en el pasado, y
aún sigue habiendo obstáculos que nos impiden estar en plena comunión, pero no
debemos retroceder en el compromiso por la unidad y no podemos dejar de
considerarnos hermanos y hermanas en Cristo y de amarnos como tales.
Inspirados por
esta conciencia, hace sesenta años el Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras
declararon solemnemente que las desafortunadas decisiones y los tristes
acontecimientos que llevaron a las recíprocas excomuniones del año 1054 debían
ser borrados de la memoria de la Iglesia. Este gesto histórico de nuestros
venerados predecesores abrió un camino de reconciliación, de paz y de creciente
comunión entre católicos y ortodoxos, que ha crecido también gracias a los
tratos frecuentes, a los encuentros fraternos y a un prometedor diálogo
teológico.
A la luz de este
camino ya emprendido, muchos han sido los pasos dados también a nivel
eclesiológico y canónico y, hoy, estamos llamados a comprometernos más hacia la
restauración de la plena comunión. A este propósito, deseo expresar vivo
agradecimiento por el continuo apoyo de Su Santidad y del Patriarcado ecuménico
al trabajo de la Comisión mixta internacional para el Diálogo teológico entre
la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa. Espero que no se ahorren
esfuerzos para que todas las Iglesias ortodoxas autocéfalas vuelvan a
participar activamente en este compromiso.
Por mi parte,
deseo confirmar que, en continuidad con lo enseñado por el Concilio Vaticano II
y por mis predecesores, buscar la plena comunión entre todos los que están
bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, en el respeto
de las legítimas diferencias, es una de las prioridades de la Iglesia católica
y, de modo particular, de mi ministerio como Obispo de Roma, cuyo papel
específico a nivel de Iglesia universal consiste en estar al servicio de todos para
construir y preservar la comunión y la unidad.
Para permanecer
fieles a la voluntad del Señor de cuidar no sólo de nuestros hermanos y
hermanas en la fe, sino de toda la humanidad y de toda la creación, nuestras
Iglesias están llamadas a responder juntas a los llamamientos que el Espíritu
Santo les dirige hoy. Ante todo, en este tiempo de sangrientos conflictos y
violencia en lugares cercanos y lejanos, católicos y ortodoxos están llamados a
ser constructores de paz. Se trata ciertamente de actuar, de tomar decisiones y
realizar signos que construyan la paz, sin olvidar que esta paz no es sólo
fruto de un esfuerzo humano, sino don de Dios. Por eso, la paz se implora
con la oración, con la penitencia, con la contemplación, con esa relación viva
con el Señor que nos ayuda a discernir las palabras, los gestos y las
acciones que debemos emprender, para que estén verdaderamente al servicio de la
paz.
Otro desafío que
nuestras Iglesias deben afrontar es la amenazadora crisis ecológica que, como
Su Santidad ha recordado a menudo, requiere una conversión espiritual, personal
y comunitaria, para cambiar de rumbo y salvaguardar la creación. Católicos y
ortodoxos estamos llamados a colaborar para promover una nueva mentalidad, en
la que todos se sientan custodios de la creación que Dios nos ha confiado.
Un tercer desafío
común que quisiera mencionar es el uso de las nuevas tecnologías, especialmente
en el ámbito de la comunicación. Conscientes de las enormes ventajas que pueden
ofrecer a la humanidad, católicos y ortodoxos deben trabajar juntos para
promover un uso responsable de ellas, al servicio del desarrollo integral de
las personas, y una accesibilidad universal, para que tales beneficios no
queden reservados a un pequeño número de personas y a los intereses de unos
pocos privilegiados.
Al responder a
estos desafíos, confío en que todos los cristianos, los miembros de otras
tradiciones religiosas y muchos hombres y mujeres de buena voluntad puedan
cooperar en armonía en la búsqueda del bien común.
Santidad, con
estos pensamientos en el corazón, dirijo a usted y a los hermanos y hermanas
que hoy celebran la fiesta de su santo Patrono mis más fervientes deseos de
bien, de salud y serenidad. Deseo agradecer sinceramente la cálida y fraterna
acogida que me han brindado durante estos días. Por ello, invocando la
intercesión del apóstol Andrés y de su hermano el apóstol Pedro, de san Jorge
megalomártir, a quien está dedicada esta Iglesia, de los santos Padres del
Primer Concilio de Nicea, de los numerosos santos Pastores de esta antigua y
gloriosa Iglesia de Constantinopla, pido a Dios Padre misericordioso que
bendiga abundantemente a todos los presentes.
Hrònia Pollà! Ad
multos annos! Fuente Imagen: Vatican. Va.
