UN NO A LA INDIFERENCIA
“La indiferencia mata” Evangelio jueves 20 de noviembre 2025
Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué
“Cuando Jesús estuvo cerca de Jerusalén y vio la ciudad, se puso a llorar por ella, diciendo: “¡Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos.Vendrán días desastrosos para ti, en que tus enemigos te cercarán con empalizadas, te sitiarán y te atacarán por todas partes. T e arrasarán junto con tus hijos, que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has sabido reconocer el tiempo en que fuiste visitada por Dios”. Lucas 19, 41-44
Jesucristo se decepciona inmensamente ante la actitud de muchas personas que no logran vislumbrar y valorar la obra de salvación y liberación que Él mismo les ha propuesto. Parece ser que el mal de hacer nuestro propio capricho, de creer que tenemos la razón, de no estimar lo que nos proponen sigue en pie. Una posible pregunta podría ser: ¿Hacemos la voluntad de Dios o creemos que tenemos la razón?
Llorar parece ser un remedio ante la decepción de que muchos no logran comprender la obra de Dios. Llorar expresa la tristeza, la frustración, ante una obra buena que no es recibida en el corazón de muchas personas. Hay momentos para todo en nuestra vida. La Escritura nos enseña que “hay un tiempo para llorar y un tiempo para reír, un tiempo para lamentarse y un tiempo para bailar; un tiempo para arrojar piedras y un tiempo para recogerlas, un tiempo para abrazarse y un tiempo para separarse.” (Eclesiastés 3, 4-5). El Evangelio nos brinda una nota de esperanza cuando enseña: “Felices los que lloran y los que están afligidos porque serán consolados”. (Mateo 5, 5).
El profeta Isaías expresa muy bien las raíces del Señor Jesús desde su comienzo: Despreciado, desechado, abrumado de dolores. Él mismo soporta nuestros sufrimientos y carga nuestras dolencias, a pesar de la incomprensión y la persecución de la misma sociedad. (Isaías 53, 2-10).
Jesucristo comparte el dolor, el llanto y el sufrimiento familiar ante la muerte de Lázaro. Los judíos dicen: ¡Cómo lo amaba! (Juan 11, 34-36). La misión del Hijo se cumplió en medio de súplicas, lágrimas, aprendió por sus medio lo que significa obedecer. Todo por lograr la salvación de la humanidad. Así quedó escrito. (Hebreos 5, 5-10). Una buena respuesta ante el dolor y sufrimiento divino es mantenernos firmes en la Fe (Hebreos 4, 14).
Una buena lección que aprendemos es un no a la indiferencia, al rechazo de las bondades de los demás, al aprecio y ayuda de los demás. La indiferencia muestra desconfianza en Dios. Recordemos que: Dios es el que perdona nuestras iniquidades. Sana nuestras enfermedades. Rescata la vida de la fosa. (cfr. Salmo 103).
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https://youtu.be/m4VR_U49uAs
