26 de noviembre 2025. “Esperar en la vida para generar vida”
Audiencia Papa León XIV. Plaza de san Pedro.
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
La Pascua de Cristo ilumina el misterio de la vida y nos
permite mirarlo con esperanza. Esto no es siempre fácil o se da por descontado.
Muchas vidas, en todas las partes del mundo, aparecen como fatigadas,
dolorosas, llenas de problemas y de obstáculos por superar. Sin embargo, el
ser humano recibe la vida como un don: no la pide, no la elige, la
experimenta en su misterio desde el primer día hasta el último.
La vida tiene su especificidad extraordinaria: nos es
ofrecida, no podemos dárnoslas nosotros mismos, y tiene que ser alimentada
constantemente: es necesario un cuidado que la mantenga, la haga dinámica, la
custodie, la relance.
Se puede decir que la pregunta sobre la vida es una de
las cuestiones abismales del corazón humano. Hemos entrado en la existencia
sin haber hecho nada para decidirlo. Da esta evidencia brotan como un rio en
crecida las preguntas de todo tiempo: ¿quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A
dónde vamos? ¿Cuál es el sentido final de todo este viaje?
En efecto, vivir invoca un sentido, una dirección, una
esperanza. Y la esperanza actúa como el impulso profundo que nos hace
caminar en las dificultades, que no nos hace rendirnos ante las fatigas del
viaje, que nos asegura que el peregrinaje de la existencia nos conduce a casa. Sin
esperanza la vida corre peligro de aparecer como un paréntesis entre dos
noches eternas, una breve pausa entre el antes y el después de nuestro paso por
la tierra.
Esperar en la vida significa en cambio saborear la meta,
creer como seguro aquello que no vemos, todavía no vemos ni tocamos, fiarse
y confiarse en el amor de un Padre que nos ha creado porque nos ha querido con
amor y nos quiere felices.
Queridos, en el mundo hay una enfermedad difundida: la
falta de confianza en la vida. Como si nos hubiésemos resignado a una
fatalidad negativa, de renuncia. La vida corre el riesgo de no representar más
una posibilidad recibida como don, sino una incógnita, casi una amenaza de la
cual preservarse para no desilusionarnos. Por esto, el valor de vivir y de
generar vida, de testimoniar que Dios es por excelencia «El amante de la
vida», como afirma el Libro de la Sabiduría (11, 26), es hoy más que nunca un
llamado urgente.
En el Evangelio Jesús confirma constantemente su premura por
curar a los enfermos, resanar cuerpos y espíritus heridos, volver a dar vida a
los muertos. De esta manera, el Hijo encarnado revela al Padre: restituye
dignidad a los pecadores, acuerda el perdón de los pecados e incluye a
todos, especialmente a los desesperados, a los excluidos, a los alejados de su
promesa de salvación.
Generado del Padre, Cristo es la vida y ha generado vida sin
ahorrarse hasta donarnos la suya, y nos invita a donar nuestra vida. Generar
quiere decir poner vida en otro. El universo de los vivientes se ha
extendido a través de esta ley, que en la sinfonía de las criaturas conoce un
admirable “crescendo” culminante en el dueto del hombre y de la mujer: Dios los
ha creado según su propia imagen y a ellos ha confiado la misión de generar
también a su imagen, ósea por amor y en el amor.
Desde el inicio la Sagrada Escritura nos revela que la
vida justamente en su forma más elevada, aquella humana, recibe el don de la
libertad y se convierte en un drama. Así las relaciones humanas están
también marcadas por la contradicción, hasta el fratricidio. Caín percibe al
hermano Abel como una competencia, una amenaza, y en su frustración no se
siente capaz de amarlo y de estimarlo.
He aquí los celos, la envidia, la
sangre (Génesis 4, 1-16). La lógica de Dios, en cambio, es otra. Dios
permanece fiel por siempre a su diseño de amor y de vida; no se cansa de
sostener a la humanidad también, cuando tras los rastros de Caín, obedece
al instinto ciego de la violencia en las guerras, en las discriminaciones, en
el racismo, en las múltiples formas de esclavitud.
Generar significa entonces confiarse en el Dios de la
vida y promover lo humano en todas sus expresiones: ante todo en la maravillosa
aventura de la maternidad y de la paternidad, también en contextos sociales
en los que las familias fatigan en el sostener lo oneroso del cotidiano, siendo
a menudo truncadas en sus proyectos y en sus sueños.
En esta misma lógica, generar es comprometerse con una
economía solidaria, buscar el bien común igualmente usufructuado por todos,
respetar y cuidar a la creación, ofrecer consuelo con la escucha, la presencia,
la ayuda concreta y desinteresada.
Hermanas y hermanos, la Resurrección de Jesucristo es la
fuerza que nos sostiene en este desafío, también allí donde las tinieblas del
mal oscurecen el corazón y la mente. Cuando la vida parece haberse apagado,
bloqueado, he aquí que el Señor Resucitado pasa de nuevo, hasta el fin de
los tiempos, y camina con nosotros y por nosotros. Él es nuestra esperanza.
Fuente: Aciprensa Imagen de Vatican. Va
