22 de agosto de 2022

CADA PERSONA DEBE VIVIR SU PROPIO ESTADO DE VIDA Evangelio Martes 23 de Agosto 2022


CADA PERSONA DEBE VIVIR SU PROPIO ESTADO DE VIDA   
Evangelio Martes 23 de agosto 2022
Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué
Dice el santo Evangelio: "Se le acercaron unos fariseos, y lo pusieron a prueba con esta pregunta: «¿Está permitido a un hombre divorciarse de su mujer por cualquier motivo?»" "Jesús respondió: «¿No han leído que el Creador al principio los hizo hombre y mujer" "y dijo: ¿El hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá con su mujer, y serán los dos una sola carne?" "De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre.»" Mateo 19, 3-12
 
            Jesucristo pide a hombres y mujeres que sus aspiraciones estén siempre orientadas hacia el Reino y hacia el actuar justo querido por él. Esas son las reglas del Reino de Dios.  En la propuesta de ese Reino hay insinuaciones concretas y posibles de vivir. Los casados, los solteros, las vírgenes, los célibes, e incluso los viudos, etc.  

El llamado divino es para que cada persona viva en su plenitud la elección que tome y no llegue a pensar que es un imposible, quizás como lo pensaron los discípulos de Jesucristo en un primer momento: “Dijo Jesús, por lo tercos que son ustedes, les permitió Moisés divorciarse de sus mujeres; pero, al principio no era así. Los discípulos replicaron: Si esa es la situación del hombre con la mujer, no trae cuenta casarse”. (Mateo 19, 8-10). 

  El apóstol san Pablo recomienda a cada persona vivir su propio estado de vida. “Que el marido de a su mujer lo que debe. Quien no pueda ser célibe que se case. Que la mujer no se separe del esposo. Los viudos, viudas y solteros deben agradar a Dios con lo que piensan y hacen. (cfr. 1 Corintios 7, 1-40).
 
            Los estados de vida que elija voluntariamente cada persona son posibles, según la Sagrada Escritura, según la experiencia en la Iglesia Católica, según la madurez de cada ser humano. Según el talento y el carisma de cada cual. No existe la posibilidad, entrar a pensar que si una persona no viviera en ese estado de vida, sería mejor o produciría más. No es tan cierto, porque según la Escritura, cada persona debe elegir voluntariamente lo que desea en su vida, o si cree que se equivocó en su decisión, puede reorientar nuevamente su vida. Dios tiene la última palabra cuando dice: “El que pueda con esto que lo haga” (Mateo 19, 12).

            El celibato en la Iglesia Católica es una opción libre y voluntaria de la persona que toma la decisión para convertirse en ministro de Dios. El célibe se entiende como una vocación, una gracia de Dios, una decisión en aras del Reino de Dios. Tiene su base en la Palabra de Dios, exactamente en el capítulo 19 versos 10 al 12 del Evangelio según san Mateo y en el capítulo 7 de la primera carta del apóstol de los gentiles a los corintios. 

En la Iglesia latina por derecho eclesiástico solo se admiten a las órdenes sagradas a sujetos célibes. El Derecho Canónico recomienda y obliga a guardar el celibato como una gracia particular de Dios para que el futuro ministro se dedique con libertad y corazón entero al servicio de Dios y de los hombres (cfr. Canon 277).

Audi Alteram Partem” Hay que escuchar a la otra parte. La Iglesia no define el celibato como una necesidad absoluta, pero lo ve como el mejor medio para que el siervo de Dios y de su pueblo pueda actuar "sin divisiones".  Se oye con frecuencia expresiones de este tipo: "La Iglesia impone a los sacerdotes el celibato", o bien en forma interrogativa: "¿Por qué los sacerdotes no se pueden casar?". El celibato es una reglamentación eclesiástica, una "ley" de la Iglesia, sin embargo no es correcto hablar de "imponer" el celibato, o de "obligar" al mismo. En la Iglesia Católica nadie está obligado a ser célibe, porque nadie está obligado a ser sacerdote. 

            La vocación sacerdotal es un llamado gratuito de Dios para su Iglesia, y no un derecho personal del candidato. No sucede con el sacerdocio lo que sucede con otras profesiones humanas, a las cuales "tengo derecho": la Iglesia, al unir "sacerdocio" con "celibato" no está "imponiendo nada a nadie", porque nadie tiene que ser sacerdote; más bien hay que decir que al obrar así está ejerciendo un "derecho" dado por Dios mismo a su Iglesia de determinar ciertos aspectos disciplinares del oficio sacerdotal.   El sacerdocio es un oficio sagrado de la Iglesia en bien de la Iglesia, y es ella la que determina, en los diversos períodos históricos de su vida, de qué manera conviene mejor ejercer este oficio. 

 

            En el campo de las virtudes se recomienda la virginidad y la castidad. Así lo enseña la teología moral y la sabiduría en el magisterio de la Iglesia Católica: Por ejemplo, La Fe Católica nos enseña que Dios milagrosamente conservó esta integridad física en la Santísima Virgen María, incluso durante y después de haber dado a luz (cfr. Pablo IV, “Cum quorundam,” 7 de agosto de 1555). Hay dos elementos en la virginidad: el elemento material, esto es, la ausencia, en el pasado y el presente, total y voluntariamente de delectación, ya sea por lujuria o por el legítimo uso del matrimonio; y el elemento formal, que es la firme resolución de abstenerse para siempre. La virginidad es una virtud. La virginidad es una forma de amar.

            La castidad, defensa del amor contra el egoísmo. San Juan Pablo II propone pensar en la castidad como defensa del amor. Dice el santo Padre: “Según la visión cristiana, la castidad no significa absolutamente rechazo ni menosprecio de la sexualidad humana: significa más bien energía espiritual que sabe defender el amor de los peligros del egoísmo y de la agresividad, y sabe promoverlo hacia su realización plena. (Familiaris Consortio 33). Ser casto o casta, es lograr que toda nuestra persona: inteligencia, voluntad, afectos y cuerpo estén dominados por nosotros mismos. 

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https://youtu.be/PA_7t1L_1kI