7 de agosto 2022 “Custodiar y administrar con fidelidad.” Ángelus Regina Coeli, Papa Francisco. Décimo noveno domingo, ciclo “C” Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el Evangelio de la Liturgia de hoy, Jesús habla a los
discípulos para tranquilizarles de todo temor e invitarlos a estar alerta. Son
dos las exhortaciones fundamentales que les dirige: la primera es «no temas,
pequeño rebaño» (Lucas 12,32); la segunda «estén preparados» (v. 35). “No
temas” y “estén preparados”. Se trata de dos palabras-clave para derrotar
los miedos que a veces nos paralizan y para superar la tentación de una vida
pasiva, adormecida. “No temas” y “estén preparados”: detengámonos en estas dos
invitaciones.
No temas. En primer lugar, Jesús anima a los discípulos.
Acaba de terminar de hablarles del cuidado amoroso y providente del Padre, que
se preocupa de los lirios del campo y de los pájaros del cielo y, por tanto,
mucho más de sus hijos. Por eso no hay que afanarse y agitarse: nuestra
historia está firmemente en las manos de Dios. Nos alienta esta invitación de
Jesús a no temer. A veces, en efecto, nos sentimos presos de un sentimiento de
desconfianza y de angustia: es el miedo a no lograrlo, a no ser reconocidos y
amados, el miedo a no conseguir realizar nuestros proyectos, a no ser nunca
felices, etc.
Y entonces nos afanamos buscando soluciones, para encontrar
algún espacio en el que emerger, para acumular bienes y riquezas, para obtener
seguridades; ¿y cómo terminamos? Terminamos viviendo en la ansiedad y en la
preocupación constante. Jesús, sin embargo, nos tranquiliza: ¡no temáis! Fiaos
del Padre, que desea daros todo lo que realmente necesitáis. Ya os ha donado a
su Hijo, su Reino, y siempre os acompaña con su providencia, cuidando de cada
uno de vosotros cada día. No temas: ¡esta es la certeza a la que atar el
corazón! No temas: un corazón atado a esta certeza. No temas.
¡Pero saber que el Señor nos cuida con amor no nos autoriza
a dormir, a dejarnos llevar por la pereza! Al contrario, debemos estar
despiertos, vigilantes. En efecto, amar significa estar atentos a los demás,
darse cuenta de sus necesidades, estar disponibles para escuchar y acoger,
estar preparados.
La segunda palabra: «Estén preparados». Es la segunda
invitación de hoy. Es sabiduría cristiana. Jesús repite en más de una ocasión
esta invitación, y hoy lo hace a través de tres breves parábolas, centradas en
un patrón de casa que, en la primera, vuelve sin previo aviso de la boda, en la
segunda no quiere dejarse sorprender por los ladrones, y en la tercera vuelve
de un largo viaje. En todas, el mensaje es este: es necesario estar despiertos,
no dormirse, es decir no estar distraídos, no ceder a la pereza interior,
porque, también en las situaciones en las que no lo esperamos, el Señor viene.
Tener esta atención al Señor, no estar dormidos. Es necesario estar despiertos.
Y al final de nuestra vida nos pedirá cuentas de los bienes
que nos ha encomendado; por esto, vigilar significa también ser responsables,
es decir custodiar y administrar esos bienes con fidelidad. Hemos
recibido tanto: la vida, la fe, la familia, las relaciones, el trabajo, pero
también los lugares en los que vivimos, nuestra ciudad, la creación. Hemos
recibido muchas cosas. Tratemos de preguntarnos: ¿cuidamos de este patrimonio
que el Señor nos ha dejado? ¿Custodiamos la belleza o usamos las cosas solo
para nosotros y para nuestras conveniencias del momento? Tenemos que pensar un
poco en esto: ¿somos custodios de lo que se nos ha dado?
Hermanos y hermanas, caminemos sin miedo, en la certeza de
que el Señor nos acompaña siempre. Y estemos despiertos, para que no nos
durmamos mientras el Señor pasa. San Agustín decía: “Tengo miedo de que el
Señor pase y no me dé cuenta”; de estar dormido y no darme cuenta de que el
Señor pasa. ¡Estad despiertos! Que nos ayude la Virgen María, que ha acogido la
visita del Señor y, con prontitud y generosidad, ha dicho su “he aquí”. Fuente e Imagen de Vatican. Va. Copyright