1 de noviembre de 2022

LA MUERTE TIENE SU RAZÓN DE SER EN LA ETERNIDAD Evangelio Miércoles 2 de Noviembre 2022


MUERTE Y ETERNIDAD. 
Evangelio Miércoles 2 de Noviembre 2022
Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué
Dice el santo Evangelio: "Hacia el mediodía se ocultó el sol y todo el país quedó en tinieblas hasta las tres de la tarde. En ese momento la cortina del Templo se rasgó por la mitad, y Jesús gritó muy fuerte: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Y dichas estas palabras, expiró. El capitán, al ver lo que había sucedido, reconoció la mano de Dios y dijo: «Realmente este hombre era un justo.» Y toda la gente que se había reunido para ver este espectáculo, al ver lo ocurrido, comenzó a irse golpeándose el pecho. Estaban a distancia los conocidos de Jesús, especialmente las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea, y todo esto lo presenciaron ellas." Lucas 23, 44 – 46.
 
La muerte a lo largo de la historia ha sido un enigma, un dolor, un sufrimiento, un misterio, algo que no debería suceder, motivo de grandes debates teológicos y filosóficos. San Odilón, cuarto abad del célebre monasterio benedictino de Cluny, se le ocurre la solemne conmemoración de todos los fieles difuntos. Al orar por los difuntos, la Iglesia contempla ante todo el misterio de la resurrección de Cristo que, con su cruz, nos obtiene la salvación y la vida eterna.  La Sagrada Biblia nos propone pensar en la fe en la vida eterna que profesamos en el credo, que es una invitación a la esperanza de ver a Dios cara a cara. (cfr. Apocalipsis 22, 4-5). 
 
El doctor angélico, Santo Tomás de Aquino, decía que Creer en la resurrección de la carne significa reconocer que hay un fin último, una finalidad última para toda vida humana, que «colma de tal modo el deseo del hombre, que no queda nada por desear fuera de ella» (Summa Theol. I-II, q. 1, a. 5; cf. san Paulino de Nola, Cartas 1, 2). San Agustín, Obispo y doctor, patrono de los que buscan a Dios, expresó admirablemente ese mismo deseo: «Nos has hecho para ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti» (Confesiones I, 1). 

El libro segundo de los Macabeos en la Escritura, da respuesta a la intercesión de los santos y a la resurrección de la carne. San José es considerado el patrono de una buena muerte. 
 
La muerte tiene su fin y su razón de ser: No es tema negativo, no es impacto que desgarra el alma. La muerte se convirtió en vida eterna, la vida logró el curso que ella tuvo desde un principio, Dios es el Dios de la vida, el Dios de la esperanza, el Dios de la gloria, el Dios de la paz eterna. Sólo quien tiene fe vive su propia vida de cara al resucitado, la eternidad se gesta como proceso desde nuestra propia vida terrenal. 

La novedad esencial de la muerte cristiana está ahí: por el Bautismo, el cristiano está ya sacramentalmente "muerto con Cristo", para vivir una vida nueva; y si morimos en la gracia de Cristo, la muerte física consuma este "morir con Cristo" y perfecciona así nuestra incorporación a Él en su acto redentor. (Catecismo Iglesia Católica # 1010).  
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