11 de diciembre 2022. “Tener dudas, no es malo”. Ángelus Regina Coeli Papa Francisco. Tercer domingo de Adviento, Ciclo “A” Plaza de san Pedro: Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!
El Evangelio de este tercer domingo de Adviento nos habla de
Juan Bautista que, estando en la cárcel, envía a sus discípulos a preguntar a
Jesús: "¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?" (Mateo
11, 4). De hecho, a Juan, al oír hablar de las obras de Jesús, le asalta la
duda de si realmente es el Mesías o no. De hecho, estaba pensando en un Mesías
severo que, al llegar, habría hecho justicia con poder castigando a los
pecadores. Ahora, en cambio, Jesús tiene palabras y gestos de compasión
hacia todos, en el centro de su acción está la misericordia perdonadora,
por la cual "los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son
purificados, los sordos oyen, los muertos son resucitado, el Evangelio es
anunciado a los pobres» (v. 5). Sin embargo, nos hace bien detenernos en esta
crisis de Juan Bautista, porque también puede decirnos algo importante.
El texto subraya que Giovanni está en la cárcel, y esto,
además del lugar físico, sugiere la situación interior que vive: en la cárcel
hay oscuridad, no hay posibilidad de ver claro y de ver más allá. En efecto, el
Bautista ya no es capaz de reconocer a Jesús como el Mesías esperado. Lo
asaltan las dudas y envía a los discípulos a verificar: "Id a ver si es el
Mesías o no". Nos asombra que esto le suceda precisamente a Juan, que
había bautizado a Jesús en el Jordán y lo había indicado a sus discípulos como
el Cordero de Dios (cf. Juan 1, 29).
Pero eso significa que incluso el más grande de los
creyentes pasa por el túnel de la duda. Y esto no es malo, al contrario, a
veces es fundamental para el crecimiento espiritual: nos ayuda a comprender que
Dios es siempre más grande de lo que imaginamos; las obras que hace son
asombrosas según nuestros cálculos; su acción es siempre diferente, va más allá
de nuestras necesidades y nuestras expectativas; y por eso nunca debemos dejar
de buscarlo y de convertirnos a su verdadero rostro.
Un gran teólogo decía que Dios «necesitamos redescubrirlo
por etapas... creyendo a veces que lo perdemos» (H. de Lubac, Sulle vie di
Dio, Milán 2008, 25). Lo mismo hace el Bautista: en la duda, todavía lo busca,
lo interpela, "discute" con él y finalmente lo redescubre. En
definitiva, Juan, definido por Jesús como el más grande nacido de mujer (cf. Mt
11,11), nos enseña a no cerrar en nuestros esquemas a Dios. Este es siempre el
peligro, la tentación: hacernos un Dios a nuestra medida, un Dios para usar. Y
Dios es otra cosa.
Hermanos y hermanas, también nosotros podemos encontrarnos a
veces en su situación, en una prisión interior, incapaces de reconocer la
novedad del Señor, a quien tal vez mantenemos prisionero de la presunción de
saberlo ya todo acerca de Él. Queridos hermanos y hermanas, un ¡Nunca se
sabe todo sobre Dios, nunca! Quizá tengamos en mente un Dios poderoso que
hace lo que quiere, más que el Dios de la humilde mansedumbre, el Dios de la
misericordia y del amor, que siempre interviene respetando nuestra libertad y
nuestras elecciones.
Quizá también a nosotros nos venga a decirle: "¿Eres
realmente Tú, tan humilde, el Dios que viene a salvarnos?". Y algo similar
también nos puede pasar con los hermanos: tenemos nuestras ideas, nuestros
prejuicios y ponemos etiquetas rígidas a los demás, especialmente a los que se
sienten diferentes a nosotros.
El Adviento es, pues, un tiempo de inversión de perspectivas,
donde nos dejamos asombrar por la grandeza de la misericordia de Dios Asombro: Dios
siempre asombra. (Lo vimos, hace un rato, en el programa "A Su
Imagen", hablaban de asombro). Dios es siempre Aquel que suscita en
vosotros asombro. Un tiempo -Adviento- en el que, preparando el pesebre para el
Niño Jesús, aprendemos de nuevo quién es nuestro Señor; un tiempo para salir de
ciertos esquemas, de ciertos prejuicios hacia Dios y los hermanos. El Adviento
es un tiempo en el que, en lugar de pensar en dones para nosotros, podemos dar
palabras y gestos de consuelo a los heridos, como hizo Jesús con los ciegos,
los sordos y los cojos.
Que la Virgen nos lleve de la mano, como madre, nos lleve de
la mano en estos días de preparación a la Navidad y nos ayude a reconocer en la
pequeñez del Niño la grandeza de Dios que viene. Fuente e Imagen de Vatican. Va. Copyright.