2 de mayo 2024. “Si las parroquias no son sinodales, tampoco lo será la Iglesia” Carta del Santo Padre Francisco a los párrocos: Queridos hermanos párrocos:
El
encuentro internacional “Los párrocos por el Sínodo” y el diálogo con quienes
han participado en él son la ocasión para recordar en mi oración a todos los
párrocos del mundo, a los que dirijo estas palabras con gran afecto.
La Iglesia no podría ir adelante sin vuestro
compromiso y servicio;
es tan obvio que decirlo suena casi banal, pero esto no lo hace menos
verdadero. Por eso quiero ante todo expresar mi gratitud y estima por el
generoso trabajo que ustedes hacen cada día, sembrando el Evangelio en todo
tipo de terreno (cfr. Marcos 4, 1-25).
Como están
experimentando en estos días de intercambio, las parroquias en las que ustedes
desarrollan su ministerio se encuentran en contextos muy diferentes; desde
aquellas situadas en las periferias de las grandes ciudades, a aquellas vastas
como provincias en las regiones menos densamente pobladas; desde aquellas que
están en los centros urbanos de muchos países europeos, en las que antiguas
basílicas acogen comunidades cada vez más pequeñas y más envejecidas, hasta
aquellas donde se celebra bajo un gran árbol y el canto de los pájaros se
mezcla con la voz de tantos niños.
Los
párrocos conocen todo esto muy bien, conocen la vida del Pueblo de Dios desde
dentro, sus fatigas y sus alegrías, sus necesidades y sus riquezas. Por eso una Iglesia sinodal necesita a sus
párrocos; sin ellos nunca podremos aprender a caminar juntos, nunca
podremos recorrer ese camino de la sinodalidad que «es el camino que Dios
espera de la Iglesia del tercer milenio».
Nunca
llegaremos a ser Iglesia sinodal misionera si las comunidades parroquiales no
hacen de la participación de todos los bautizados en la única misión de
anunciar el Evangelio el rasgo característico de sus vidas. Si las parroquias no son sinodales y
misioneras, tampoco lo será la Iglesia. La Relación de Síntesis de la
Primera Sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos
es muy clara al respecto: las parroquias, a partir de sus estructuras y de la
organización de su vida, están llamadas a concebirse «principalmente al
servicio de la misión que los fieles llevan adelante al interno de la sociedad,
en la vida familiar y laboral sin concentrarse exclusivamente en las
actividades que desarrollan hacia dentro y sobre sus necesidades organizativas»
(8, l).
Por eso es
necesario que las comunidades parroquiales sean cada vez más lugares desde los
cuales los bautizados parten como discípulos misioneros y adonde regresan,
llenos de alegría, para compartir las maravillas obradas por el Señor a través
de su testimonio (cf. Lucas 10,17).
Como
pastores, estamos llamados a acompañar en este itinerario a las comunidades que
servimos y, al mismo tiempo, a comprometernos con la oración, el discernimiento
y el celo apostólico para que nuestro ministerio se adecúe a las exigencias de
una Iglesia sinodal misionera. Este desafío concierne al Papa, a los obispos y
a la Curia romana, y también a ustedes párrocos. Aquel que nos ha llamado y
consagrado nos invita hoy a ponernos a la escucha de su Espíritu y a movernos
en la dirección que Él nos indica.
De algo podemos estar seguros: no dejará que
nos falte su gracia. A lo largo del camino descubriremos también el modo para
liberar nuestro servicio de aquellos aspectos que lo hacen más penoso y
redescubrir su núcleo más auténtico: anunciar la Palabra y reunir a la
comunidad partiendo el pan.
Como párrocos los exhorto a acoger esta llamada
del Señor a ser constructores de una Iglesia sinodal misionera y a comprometerse con entusiasmo en
este camino. Para ese fin, deseo formular tres recomendaciones que puedan
inspirar el estilo de vida y de acción de los pastores.
1. Los invito a vivir su carisma ministerial
específico cada vez más al servicio de los multiformes dones diseminados por el
Espíritu en el Pueblo de Dios. Urge descubrir, animar y valorar «con el
sentido de la fe los multiformes carismas de los seglares, tanto los humildes
como los más elevados» (Concilio. Ecuménico. Vaticano. II, Decreto.
Presbyterorum Ordinis, 9) y que son indispensables para poder evangelizar las
realidades humanas.
Estoy convencido de que así harán
surgir muchos tesoros escondidos y se encontrarán menos solos en la gran tarea
de evangelizar, experimentando la alegría de una genuina paternidad que no
sobresale, sino que hace emerger en los otros, hombres y mujeres, muchas
potencialidades valiosas.
2. Con todo
el corazón les aconsejo que aprendan y
practiquen el arte del discernimiento comunitario, valiéndose para esto del
método de la “conversación en el Espíritu”, que nos ha ayudado tanto en el
itinerario sinodal y en el desarrollo de la misma Asamblea. Estoy seguro de que
podrán recoger numerosos frutos de ello, no sólo en las estructuras de
comunión, como el Consejo pastoral parroquial, sino también en muchos otros
campos. Como recuerda la Relación de Síntesis, el discernimiento es un elemento
clave de la acción pastoral de una Iglesia sinodal:
«Es importante que la práctica del discernimiento se aplique también en
el ámbito pastoral, en un modo adecuado a los contextos, para iluminar lo
concreto de la vida eclesial. Esta práctica permitirá conocer mejor los
carismas presentes en la comunidad, confiar con sabiduría tareas y ministerios,
proteger a la luz del espíritu los caminos pastorales, yendo más allá de la
simple programación de actividades» (2, l).
3. Por
último, quisiera aconsejarles que basen
todo en el intercambio y la fraternidad entre ustedes y con sus obispos. Esta
instancia surgió con fuerza en el Congreso internacional para la formación
permanente de los sacerdotes, con el tema «Reaviva el don de Dios que hay
en ti» (2 Tmioteo 1,6), realizado el pasado mes de febrero aquí en Roma, con
más de ochocientos obispos, sacerdotes, consagrados y laicos, hombres y
mujeres, comprometidos en este campo, y en representación de ochenta países.
No podemos ser auténticos padres si no
somos ante todo hijos y hermanos. Y no seremos capaces de suscitar comunión
y participación en las comunidades que nos son confiadas si no las vivimos en
primer lugar entre nosotros. Sé bien que, en la sucesión de las
responsabilidades pastorales, ese compromiso podría parecer un añadido o
incluso tiempo perdido, pero en realidad es lo contrario; en efecto, sólo así
somos creíbles y nuestra acción no desbarata lo que otros ya han construido.
No es sólo
la Iglesia sinodal misionera la que necesita a los párrocos, sino también el
camino específico del Sínodo 2021-2024, “Por
una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”, en vista de la
Segunda Sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos,
que se llevará a cabo el próximo mes de octubre. Para prepararla necesitamos
escuchar sus voces.
Por eso,
invito a todos los que han participado en el Encuentro internacional “Los
párrocos por el Sínodo” a que, cuando regresen a casa, sean misioneros de
sinodalidad también con sus hermanos párrocos, animando la reflexión sobre la
renovación del ministerio del párroco en clave sinodal y misionera, y al mismo
tiempo permitiendo a la Secretaría General del Sínodo que reúna sus
insustituibles aportes para la redacción del Instrumentum laboris. Escuchar a
los párrocos era el objetivo de este Encuentro internacional, pero eso no puede
terminar hoy; necesitamos seguir escuchándolos.
Queridos
hermanos, estoy junto a ustedes en este camino que también yo intento recorrer.
Los bendigo a todos de corazón y a su vez necesito sentir la cercanía y el
apoyo de sus oraciones. Encomendémonos a la Bienaventurada Virgen María
Odighitria, aquella que indica el sendero, aquella que nos conduce al Camino, a
la Verdad y a la Vida. Fuente: Vatican. Va
Roma, San
Juan de Letrán, 2 de mayo de 2024