Evangelio viernes 24 de mayo 2024
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
“Jesús fue a la región de Judea y al otro lado del Jordán. Se reunió
nuevamente la multitud alrededor de Él y, como de costumbre, les estuvo
enseñando una vez más. Se acercaron a Jesús algunos fariseos y, para ponerlo a
prueba, le plantearon esta cuestión: “¿Es lícito al hombre divorciarse de su
mujer?”. Él les respondió: “¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?” Ellos
dijeron: “Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de
ella”.
Entonces Jesús les
respondió: “Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del
corazón de ustedes. Pero desde el principio de la creación, ‘Dios los hizo
varón y mujer’. ‘Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos
no serán sino una sola carne’. De manera que ya no son dos, ‘sino una sola
carne’.
Que el hombre no separe lo que Dios ha unido”. Cuando regresaron a la
casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto.
Él les dijo: “El que se divorcia de su mujer y se casa con otra comete
adulterio contra aquélla; y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con
otro, también comete adulterio”. Marcos 10, 1-12.
La unidad y la complementariedad entre un hombre y una mujer, tiene su
base sólida en el amor. Razón suficiente para entender que a Dios se le
ocurrió la idea que hombre y mujer podrían ser felices guardando las debidas
proporciones. La primera es la unidad: le da prioridad a la vida conyugal, sin
quitarle el mérito a sus familiares y amigos. “Deja a su padre y madre y se
une a su esposa. La unidad se logra desde la madurez y la toma de conciencia
del nuevo estado de vida que adquiere la persona.
Una sola carne es un consejo
sabio,
porque hombre y mujer aprenden a caminar en la misma dirección, a realizar
proyectos juntos, a saber, que la otra persona que tengo a mi lado es
supremamente importante.
Para lograr la unidad en la vida de pareja es necesario pedir a Dios
las virtudes necesarias para convivir y buscar la felicidad con la otra
persona. Las virtudes pueden ser: La generosidad, el respeto, la
responsabilidad, la confianza, la gratitud, la prudencia, la templanza, la
justicia, la humildad. Quien se acostumbra a ser virtuoso, se acomoda
fácilmente con otra persona.
La Sagrada Escritura propone como fundamento de una excelente vida en
pareja, el amor. Nos preguntamos: ¿Por qué muchos dicen, te amo, y terminan muy
mal su vida conyugal” La respuesta es asunto de madurez y de definición?
El doctor angélico definía el amor como: “Hacerle siempre el bien a la
otra persona”. La complementariedad se
logra, con las virtudes, colocando los talentos al servicio de la familia,
siendo humilde y mirando menos los defectos en la otra persona.
SI DESEAS ESCUCHAR EL AUDIO DE
ESTA REFLEXIÓN HAZ CLICK AQUÍ