Evangelio sábado 4 de mayo 2024
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
Felipe le dijo: “Señor, muéstranos
al Padre y eso nos basta”. Jesús le respondió: “Felipe, hace tanto tiempo que
estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen?
El que me
ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo dices: ¿Muéstranos al Padre”? ¿No crees que
Yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son
mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras. Créanme: Yo estoy en
el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras.” °°° Juan 14,
6-14.
Existe
una conexión perfecta entre el Padre celestial y su Hijo Jesucristo. Es una
realidad divina, es un medio de salvación, es la forma pedagógica como Dios
piensa que sus creaturas podrán comprender la identidad de las personas
divinas, en la medida en que sus actos son proporcionales a quien las
creó.
No
es tanto un secreto que la obra del Hijo de Dios depende de su Padre celestial.
Y digo que no es un secreto, porque el mismo Hijo fue muy cuidadoso, prudente
y respetuoso de cumplir su misión sin entrometerse en el campo de su Padre,
tampoco en definir asuntos que solo le corresponde al Padre Dios.
Precisamente
el éxito de dicha misión estuvo en que el Hijo se dedicó a mostrar rostro
amable de su Padre celestial. En ningún momento decepcionó a ninguna persona.
Pudo decir con mucha seguridad: “Quien me ve a mí, ha visto al Padre”. La
limitación es más de orden humano y menos divina.
Dios
le pide a cada creyente que entienda la relación entre el Padre y el Hijo. La
misión de cada discípulo va a tener su éxito total en la medida en que aprenda
a presentar el rostro del Salvador del mundo. Que todos aquellos puedan
leer en sus palabras, sus actitudes y sus bondades, el rostro de Dios. Felipe y
Santiago nos sirven como ejemplo de aquellos apóstoles, muy cercanos a su
Maestro, se dedicaron a Anunciar la Buena Nueva, hasta defenderla propiamente
con el martirio.
Felipe
fue discípulo de Juan el Bautista. Recibe el Espíritu Santo y sale a
propagar la Palabra de su Señor en la región de Frigia. Muere apedreado y
crucificado en Hierápolis. El apóstol Santiago se le conoce como el primo del
Señor, porque su madre era parienta de la Virgen María. Fue un personaje muy
querido en la Iglesia de Jerusalén. Defendió su fe con su propio martirio.
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