Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
Les he
dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto. Éste es
mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como Yo los he amado. No hay amor
más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen los
que Yo les mando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que
hace su señor; Yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí
de mi Padre.” °°° Juan 15, 9-17.
Una
buena clave para cumplir con la misión que el Maestro encomienda a todos
aquellos que creen en Él y desean seguirlo rigurosamente, es Permanecer en la persona de Jesucristo.
Cada persona debe tomar conciencia en el punto de la elección. Es Dios quien elige a sus servidores, no
somos nosotros los que elegimos a Dios.
Es el
Maestro quien se fija en cada persona y le encomienda una misión. Para que esa
misión sea efectiva es necesario permanecer en el amor de Dios. El Nazareno le
cuenta a la humanidad su secreto: “Yo cumplí los mandamientos y permanezco en
el amor de mi Padre”.
La
mayor expresión de los mandatos de Dios es el amor. Precisamente quien
logra amar verdaderamente a Dios, ama a las demás personas y tiene auto estima
de sí mismo. Existe un cambio interpretativo teológico: El mandamiento de Jesús
es uno solo: “¡amarnos unos a otros como él nos amó!” (Juan 15, 12). Jesús
supera el concepto del Antiguo Testamento. El criterio antiguo era: “Amarás a
tu prójimo como a ti mismo” (Levítico 18, 19).
El nuevo criterio es: “Amaros unos a otros como yo os he amado”.
“¡No hay amor más grande de aquel que da la vida para sus hermanos!”. Quien ama
le sirve a los demás, no trata al otro como empleado, sino como amigo. Dice el
Salvador del mundo: “No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que
hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi
Padre os lo he dado a conocer”. (Juan 15, 14-17).
El Papa Francisco nos explica cómo podemos
permanecer en el amor de Dios: «Jesús dice una cosa nueva sobre el amor: no sólo amad, sino
permaneced en mi amor». En efecto, «la vocación cristiana es permanecer en el
amor de Dios, o sea, respirar y vivir de ese oxígeno, vivir de ese aire».
Pero
¿cómo es este amor de Dios? «Como el Padre me ha amado, así os he amado
yo». Por eso, observó, es «un amor que viene del Padre». Y la «relación de amor
entre Él y el Padre» llega a ser una «relación de amor entre Él y nosotros».
Así, «nos pide permanecer en ese amor que viene del Padre». (cfr. Homilía, 22
de mayo, 2014).
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