Evangelio jueves 30 de mayo 2024
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte:
“¡Hijo de David, ten piedad de mí!”. Jesús se detuvo y dijo: “Llámenlo”.
Entonces llamaron al ciego y le dijeron: “¡Animo, levántate! Él te llama”. Y el
ciego, arrojando su manto, se puso en pie de un salto y fue hacia él. Jesús le
preguntó: “¿Qué quieres que haga por ti?”. Él le respondió: “Maestro, que yo pueda
ver”. Jesús le dijo: “Vete, tu fe te ha salvado”. En seguida comenzó a ver y lo
siguió por el camino.” Marcos 10, 46-52.
La fe en comunión con Dios, cambia totalmente la vida de cualquier
persona. El gran secreto es que la persona no le niegue a Dios lo que es de
Dios y para lograrlo, deberá utilizar los medios que tenga a su alcance. No
importa las limitaciones, lo que interesa en el caso es que el creyente utilice
los sentidos y se comunique con Dios. La ceguera puede ser una limitación
física y puede ser de conciencia. Una
persona se puede limitar totalmente cuando se cierra a buscar la bondad y la
Gracia de Dios. Un ciego llamado Bartimeo encontró la salvación de su vida,
por el poder y la Gracia del Salvador del mundo.
La Escritura nos enseña: el hombre se salva por su fe, el hombre se
sana por su fe, el hombre cambia por su fe, la persona se realiza y se
plenifica en su vida porque tiene fe. Fe
y obras son un binomio simétrico para entender la salvación que ofrece el Hijo
de Dios. (cf. Santiago 2, 14-26). El poder de la fe es un intercomunicador con
la fuerza divina. Fe y Dios forman una sintonía perfecta. Hay que decirlo con
toda seguridad, sin dudarlo un momento: quien
sana y salva es Jesús, su principio es la fe. No son los hombres, no es el
médium, no es un artista de la sanación: Dice el Maestro: “Vete, tu fe te ha
dado la salud” (cfr. Marcos 10, 52).
El Papa Francisco nos enseña que nosotros en comparación con los
ciegos, tenemos cegueras en el corazón. Vivimos inmersos en la oscuridad.
El problema es que nos resistimos ir a Jesús, preferimos quedarnos encerrados
en nosotros mismos, estar solos, auto compadecernos, aceptamos la compañía de
la tristeza y no la de Dios. Jesús es el médico, “sólo Él, la luz verdadera que
ilumina a todo hombre (cfr. Juan 1,9), nos da luz, calor y amor en abundancia.
Sólo Él libera el corazón del mal.” (cfr. Homilía, 3 de diciembre, 2021).
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