Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
“Dijo Jesús
a Pedro: Sígueme. Pedro entonces, volviéndose, vio que los seguía el discípulo
a quien Jesús tanto quería el mismo que en la cena se había recostado en su
pecho y le había dicho: Señor, ¿Quién es el que te va a entregar? Al verlo,
Pedro dice a Jesús: Señor, y éste, ¿qué? Jesús le respondió: Si quiero que se
quede hasta que yo venga, ¿Qué te importa? Tú, sígueme.
Corrió, pues, entre los hermanos la
voz de que este discípulo no moriría. Pero Jesús no había dicho a Pedro: No
morirá, sino: Si quiero que se quede hasta que yo venga. Este es el discípulo
que da testimonio de estas cosas y que las ha escrito, y nosotros sabemos que
su testimonio es verdadero. Hay además otras muchas cosas que hizo Jesús. Si se
escribieran una por una, pienso que ni todo el mundo bastaría para contener los
libros que se escribieran.” Juan 21, 20-25
Compararse
con los demás o querer estar controlando la vida de los demás, no es digno de
un cristiano. La Escritura nos
permite tener conocimiento del comportamiento de los apóstoles frente a su
Maestro. Por ejemplo, Santiago y Juan llegaron a la conclusión que la persona
que no quiere prestar un servicio, hay que responderle con el mal. El Maestro
corrige esa acción, pidiendo que no es necesario lanzar fuego a los samaritanos.
(cfr. Lucas 9, 51-56).
El
apóstol Juan dijo a su Maestro que quería impedirle a alguien que estaba
sacando demonios, porque no es del grupo de apóstoles. El Hijo de Dios lo
reprende diciendo “El que no está contra nosotros, está a favor nuestro”. (cfr.
Lucas 9, 49-50).
Los
apóstoles discuten preguntando, quién es el más grande ante los demás. El
Salvador responde: El más pequeño será el más grande”. (cfr. Lucas 9, 46-48).
Los apóstoles ven la grandeza de su ser por el poder que tienen contra los
demonios. Jesucristo corrige diciendo: “Alégrense porque sus nombres estén
inscritos en el cielo” (cfr. Lucas 9, 17-20).
La
madre de los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, le pide a Jesucristo que le dé
un puesto de honor a cada hijo. El maestro corrige diciendo: “No es cosa
mía, concederle puesto a las personas” (cfr. Mateo 20, 20-24).
El Papa Francisco enseña que los honores
humanos no abren las puertas del cielo. Dice el santo Padre: Si quieres encontrar a
Dios, búscalo en la humildad, búscalo en la pobreza, búscalo donde Él está
escondido: en los más necesitados, en los enfermos, en los hambrientos, en los
encarcelados». «la entrada en el Cielo no se paga con dinero». el Señor «no
dirá: tú eres muy importante, tú has estudiado mucho y has tenido muchos honores».
«Los honores no abren las puertas del Cielo» (cfr. Homilía, 18 de diciembre,
2015).
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