Evangelio jueves 9 de mayo 2024
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
“A la Hora
de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus discípulos: “Dentro de poco,
ya no me verán, y poco después, me volverán a ver”. Entonces algunos de sus
discípulos comentaban entre sí: “¿Qué significa esto que nos dice: “Dentro de
poco ya no me verán, y poco después, me volverán a ver”? ¿Y qué significa: “Yo
me voy al Padre”?” Decían: “¿Qué es este poco de tiempo? No entendemos lo que
quiere decir”.
Jesús se dio cuenta de que deseaban
interrogarlo y les dijo: “Ustedes se preguntan entre sí qué significan mis
palabras: «Dentro de poco, ya no me verán, y poco después, me volverán a ver». Les
aseguro que ustedes van a llorar y se van a lamentar; el mundo, en cambio, se
alegrará. Ustedes estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo”.
Juan 16, 16-20.
Nuestra
tristeza se convierte en gozo. Es una frase que se puede interpretar de
diversas maneras. En el fondo se trata de aprender a Anunciar la Palabra de
la Vida Nueva a la humanidad. Ese anuncio se logra con la gracia del Espíritu
de Dios, con el trabajo, la dedicación, el sacrificio, la penitencia, la
oración, el buen ejemplo. Asumiendo todos los inconvenientes normales de un
comunicador de la Palabra, como es el arte de aprender a llevar la Cruz del
Maestro.
La
tristeza se convierte en alegría cuando la experiencia en la vida de la fe, le
va mostrando a cada persona, que todos los esfuerzos no son en vano, el
trabajo no es en vano, la perseverancia no se queda en el vacío. Todo tiene una
explicación. Es la alegría de la superación ante las adversidades al cumplir
con la misión, al igual que el Maestro logró convertir el dolor en vida y en esperanza.
Ahora corrijamos una evangelización incorrecta, cuando algunas personas pretender enseñar una religión del dolor y el sufrimiento sin esperanzas de vida, de cambio o de mentalidad. Todo esfuerzo, todo ayuno, toda penitencia, todo dolor, toda adversidad, logrará ser entendida cuando sea superada para gloria de Dios y para el bien espiritual de cada persona. Sufrir por sufrir no tiene raíz ni fundamento.
San
Juan Pablo II enseñaba que: Sufrimiento es una actitud pasiva o activa frente a
un mal, o mejor, frente a la ausencia de un bien que se debiera tener. “El
hombre sufre a causa del mal, que es una cierta falta, limitación o distorsión
del bien. Se puede decir que el hombre sufre a causa de un bien del que él no
participa” “El hombre debe sentirse llamado personalmente a testimoniar el amor
en el sufrimiento”. “Nada reemplaza al corazón humano, la iniciativa humana,
cuando se trata de salir al encuentro del sufrimiento ajeno” (cfr. Carta
Apostólica, Salvifici Doloris, 7 y 29)
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