Evangelio martes 28 de mayo 2024
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
“Pedro le dijo a Jesús:
“Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”. Jesús
respondió: “Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre
y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este
mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos
y campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida
eterna. Muchos de los primeros serán los últimos y los últimos serán los
primeros”. Marco s 10, 28-31
El desprendimiento como compromiso de cada persona, da como resultado
cantidad de posibilidades que se abren, para encontrar a Dios, para cumplir
una misión, para el éxito, para la felicidad, para la buena vida conyugal, para
un excelente sacerdocio, para la buena vida consagrada, para ser una gran
persona que le aporte mucho a una sociedad. El desprendimiento nos permite
saber usar con sabiduría todo lo que nos rodea, evitando lo que me impide vivir
mejor. ¿Qué es lo que me impide vivir bien? El amor exagerado por el tener, la
búsqueda del poder, la equivocada inclinación por el placer.
Algunos recomiendan definir el desprendimiento para no caer en excesos.
Por ejemplo, rechazarlo todo, despreciarlo todo, condenarlo todo. El buen
desprendimiento es de aquello que ocupa el lugar de la avaricia, el orgullo, el
poder, el egoísmo, el valor exagerado por lo material. Un buen consejo es
pensar en la posibilidad de llegar a la conclusión: ¿Qué es lo que realmente
necesito? ¿Qué tengo como vanidad? ¿En qué soy caprichoso? ¿Qué es lo útil, lo
bueno, y lo necesario?
El Papa Francisco recomienda para llevar una buena vida cristiana, el
“Desprendimiento de las cosas mundanas”. El desprendimiento de toda
riqueza, es “la condición para iniciar el camino del discipulado.” “Si quieres
seguir al Señor, elige el camino de la pobreza, y si tienes riquezas porque el
Señor te las ha dado, para servir a los demás, despégate de ellas en tu
corazón”. (cfr. Ángelus, 7 de agosto, 2017).
El santo Padre advierte: Por mucho que una persona acumule bienes en
este mundo, de una cosa estamos absolutamente seguros: de que no cabrán en el
ataúd. ¡No podemos llevarnos los bienes con nosotros! Aquí se revela el
sinsentido de este vicio de la avaricia. El vínculo de posesión que construimos
con las cosas es sólo aparente, porque no somos los amos del mundo: esta tierra
que amamos no es en verdad nuestra, y nos movemos por ella como extranjeros y
peregrinos (cfr. Levítico 25, 23). (cfr. Papa Francisco, Audiencia, 24 de
enero, 2024).
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