Evangelio viernes 31 de mayo 2024
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
“María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró
en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas ésta oyó el saludo de María,
el niño saltó de alegría en su vientre, e Isabel, llena del Espíritu Santo,
exclamó: “¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu
vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?
Apenas oí tu saludo, el
niño saltó de alegría en mi vientre. Feliz de ti por haber creído que se
cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor”. María dijo entonces: “Mi
alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios,
mi Salvador.” °°° Lucas 1, 39-56.
Aprendemos a compartir lo que somos y los talentos que hemos recibido
de Dios. María Santísima fue a prisa a la montaña y se puso en contacto con su
prima Isabel. Le transmite ese espíritu comunitario de la fe. La fe se
convierte en una relación perfecta entre las personas. Es una manifestación del
gozo y de la alegría cristiana, es un compartir tanta Gracia y tanta bondad de
Dios. La respuesta no se deja esperar: La prima dice a la Madre del Hijo de
Dios: “Bendita tú, entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre”.
Continúa la cadena de
la fe. Recibimos tanta luz y fuerza de Dios, que la convertimos en fortaleza y
misión, cuando la llevamos al espíritu de los demás. María
nos da esa gran lección: Hay que creerle a Dios, hay que hacer su santa
voluntad, hay que aprender a caminar de la mano de Dios, hay que dejarse
guiar por el espíritu de Dios. María
Santísima nos enseña a hacer siempre la voluntad de Dios.
Nuestra querida Madre del cielo logró hacer la voluntad de Dios, porque
permitió que la Palabra de Dios le indicara siempre el camino a recorrer.
Desde el momento en que se convierte en Madre de Dios, le promete a Dios que su
vida se regirá por la Palabra. (cfr. Lucas 1, 26-38). María comparte su fe, su
alegría y su esperanza con su prima Santa Isabel. (cfr. Lucas 1, 39-56).
Nuestra querida madre, da a luz al Redentor del mundo. Ella en comunión con san
José, siguen haciendo la voluntad de Dios. (Lucas 2, 1-14).
Si se trata de hacer la voluntad, Los Padres del Maestro de Nazareth,
cumplen con la Palabra de Dios, con la ley de Dios: viajan a Jerusalén para
presentar a su Hijo. (cfr. Lucas 2, 22-40). María cuida permanente a su Hijo,
lo escucha, lo acompaña, hace lo que Dios le va indicando. Por ejemplo: Lo
busca y lo encuentra con los doctores de la ley. (cfr. Lucas 2, 41-52). Obedece
a su Hijo en las bodas en Caná de Galilea (cfr. Juan 2, 1-12). María acepta la
misión de ser madre de todos los creyentes. (cfr. Juan 19, 26-27).
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