Evangelio jueves 16 de mayo 2024
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
Yo les he dado la gloria que Tú me
diste, para que sean uno, como nosotros somos uno -Yo en ellos y Tú en mí- para
que sean perfectamente uno y el mundo conozca que Tú me has enviado, y que los
has amado a ellos como me amaste a mí. Padre, quiero que los que Tú me diste
estén conmigo donde Yo esté, para que contemplen la gloria que me has dado,
porque ya me amabas antes de la creación del mundo.” Juan 17, 20-26.
¿Cuál
es la relación que desea el Hijo de Dios, que cada uno de nosotros guardemos
con él? La respuesta se puede convertir
en tres deseos: El éxito de nuestra
misión va a estar si logramos vivir en unidad con Cristo Jesús. Nuestra misión
va en comunión de amor con la persona de Cristo Jesús; él quiere que estemos
con él hasta la eternidad. El Nazareno quiere que seamos el resplandor del amor
ante toda la creación. Tres deseos del Hijo de Dios, tres compromisos de
nosotros como bautizados, como consagrados, como misioneros.
La
Sagrada Escritura nos permite conocer los medios para vivir en unidad con Dios
y con las demás personas. Estaremos en unidad con Dios cuando logremos que
su Palabra sea el reflejo de nuestra manera de ser, nuestra personalidad,
nuestra espiritualidad. Viviremos en unidad con los demás, cuando revisemos las
siguientes consignas: La primera es el amor. Es el mandato universal para
entenderse con Dios y con los demás que nos rodean. “No hay mayor amor, que el
de dar la vida por los demás”. (Juan 15, 13).
La
segunda es crear la buena costumbre de ver lo bueno en los demás y no siempre
lo malo que pueda tener esa persona. El apóstol san Pablo recomienda: “Sean
comprensivos con el que no tiene segura su fe, y dejen las discusiones que
terminan en división.” (Romanos 14, 1).
La tercera posibilidad es aprender a ubicarnos
en el lugar de los demás, para no lastimar su dignidad ni su conciencia. Antes de hablar o criticar, piense en los
demás. San Pablo advierte: “Dejemos, pues, de juzgarnos los unos a los otros.
Examinémonos, más bien, no sea que pongamos delante de nuestro hermano algo que
lo haga tropezar”. (Romanos 14, 13).
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