Evangelio sábado 11 de mayo 2024
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
Les he
dicho todo esto por medio de parábolas. Llega la hora en que ya no les hablaré
por medio de parábolas, sino que les hablaré claramente del Padre. Aquel día
ustedes pedirán en mi Nombre; y no será necesario que yo ruegue al Padre por
ustedes, ya que él mismo los ama, porque ustedes me aman y han creído que yo
vengo de Dios. Salí del Padre y vine al mundo. Ahora dejo el mundo y voy al
Padre”. Juan 16, 23b-28
Jesucristo
cumple con la misión encomendada por su Padre celestial. Podríamos decir que la
tarea realizado por el Maestro de los Maestros es perfecta. ¿Y en qué
sentido? Jesucristo es muy prudente y realiza la obra de su Padre celestial.
Jesucristo no se excede en la misión que le encomendaron, sino que mide sus
palabras, sus acciones, su sabiduría, su talento y le dice a la humanidad, que
la obra que Él realiza la hace en nombre de su Padre.
Jesucristo
regresa a la casa de su Padre, satisfecho de haber cumplido con la misión.
(cfr. Juan 16, 28). La encomienda de dar a conocer la obra del Padre, el ser de
su Padre, las bondades de su Padre, Jesucristo la cumple a cabalidad.
El
Hijo de Dios une magistralmente la obra de Dios y la misión que le encomendó
su Padre. Es tan perfecta la misión, que el mismo Hijo dice a la humanidad: “todo
lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá”. Juan 16, 23.
Jesucristo muestra muy bien el rostro de su Padre celestial. la gente cambia
porque descubre el rostro de Dios en los rostros de la gente amable, dulce,
tierna, sencilla, humilde; La gente cambia porque se propone expresar el rostro
divino en su propia vida.
El salmo 4
de la Escritura nos pone en actitud de buscar siempre el rostro amable y
generoso de Dios. “Haz brillar señor sobre nosotros la luz de tu rostro. Hay
muchos que dicen: ¿Quién nos hará ver la dicha, si la luz de tu rostro ha huido
de nosotros?
El
santo Padre Benedicto XVI enseña que Jesús nos muestra el rostro de Dios y nos
hace conocer el nombre de Dios. “En Jesús de Nazaret, Dios realmente visita
a su pueblo, visita a la humanidad de una manera que va más allá de todas las
expectativas: envía a su Hijo unigénito; Dios mismo se hizo hombre. Jesús no
nos dice cualquier cosa de Dios, no habla simplemente del Padre, sino que es la
revelación de Dios, porque es Dios, y nos revela así el rostro de Dios.
En el
prólogo de su evangelio, san Juan escribe: «A Dios nadie le ha visto jamás: el
Hijo Unigénito, que está en el seno del Padre, él lo ha contado» (Juan. 1, 18).
(cfr. Audiencia, 16 de enero, 2013).
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