5 de mayo 2024. “El amigo ama en toda ocasión”. Ángelus Regina Coeli, Papa Francisco, Plaza de san Pedro. Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy el
Evangelio nos cuenta que Jesús dijo a los Apóstoles: «Ya no los llamo siervos,
sino amigos» (cf. Juan 15,15). ¿Qué significa esto?
En la
Biblia, los «siervos» de Dios son personas especiales, a las que Dios confía
misiones importantes, como Moisés (cf. Éxodo 14,31), el rey David (cf. 2 Sam
7,8), el profeta Elías (cf. 1 Reyes 18,36), hasta la Virgen María (cf. Lucas
1,38). Son personas en cuyas manos Dios
pone sus tesoros (cf. Mateo 25,21). Pero todo esto, según Jesús, no basta
para decir quiénes somos para Él, esto no basta, se necesita algo más, algo más
grande, que va más allá de los bienes y de los planes mismos: se necesita la
amistad.
Ya desde
niños aprendemos lo hermosa que es esta experiencia: a los amigos les ofrecemos
nuestros juguetes y los regalos más hermosos; luego, al crecer, como
adolescentes, les confiamos nuestros primeros secretos; como jóvenes les
ofrecemos lealtad; como adultos compartimos satisfacciones y preocupaciones;
como ancianos compartimos los recuerdos, las consideraciones y los silencios de
largos días. La Palabra de Dios, en el Libro de los Proverbios, nos dice que «el perfume y el incienso alegran el
corazón, y la dulzura de un amigo consuela el alma» (27,9). Pensemos por un
momento en nuestros amigos, en nuestras amigas, ¡y demos gracias al Señor! Un
espacio para pensar en ellos …
La amistad
no es fruto del cálculo, ni de constricción: nace espontáneamente cuando reconocemos
algo de nosotros mismos en la otra persona. Y, si es verdadera, la amistad es
tan fuerte que no decae ni siquiera ante la traición. «El amigo ama en toda ocasión» (Proverbios 17, 17) -dice el Libro de
los Proverbios-, como nos muestra Jesús cuando a Judas, que lo traiciona con un
beso, le dice: «¡Amigo, para eso estás aquí!» (Mateo 26, 50). Un verdadero
amigo no te abandona, ni siquiera cuando cometes un error: te corrige, puede
reprenderte, pero te perdona y no te abandona.
Y hoy
Jesús, en el Evangelio, nos dice que para Él somos precisamente eso, amigos: personas queridas más allá de todo mérito y
expectativa, a las que Él tiende la mano y ofrece su amor, su Gracia, su
Palabra; con las que – con nosotros, sus amigos - comparte lo que le es más
querido, todo lo que ha escuchado del Padre (cf. Juan 15,15). Hasta el punto de
hacerse frágil para nosotros, hasta ponerse en nuestras manos sin defensa ni
pretensiones, porque nos ama. El Señor nos quiere, y como amigo quiere nuestro
bien y quiere que participemos del suyo.
Preguntémonos,
entonces: ¿Qué rostro tiene el Señor
para mí? ¿El rostro de un amigo o el de un extraño? ¿Me siento amado por Él
como un ser querido? ¿Y cuál es el rostro de Jesús que testimonio a los demás,
especialmente a los que cometen errores y necesitan perdón?
Que María
nos ayude a crecer en la amistad con su Hijo y a difundirla a nuestro
alrededor. Fuente: Vatican. Va