Evangelio lunes 13 de mayo 2024
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
“Los
discípulos le dijeron a Jesús: “Por fin hablas claro y sin parábolas. Ahora
conocemos que Tú lo sabes todo y no hace falta hacerte preguntas. Por eso creemos
que Tú has salido de Dios”. Jesús les respondió: “¿Ahora creen? Se acerca la
hora, y ya ha llegado, en que ustedes se dispersarán cada uno por su lado, y me
dejarán solo.
Pero no, no estoy solo, porque el
Padre está conmigo. Les digo esto para que encuentren la paz en mí. En el mundo
tendrán que sufrir; pero tengan valor: Yo he vencido al mundo”. Juan 16, 29-33.
Un excelente ejemplo, Jesucristo
cumple muy bien su misión. Vino en nombre del Padre celestial, se conservó fiel
a lo que su Padre le encomendó y regresó a la casa de su Padre. La dificultad
está en sus discípulos, no en el Maestro. Al
Hijo de Dios le preocupa mucho la fidelidad y la perseverancia de sus
seguidores. La solución no se hace esperar. La mirada, la confianza, el
futuro todo debe sostenerse en la persona de Cristo Jesús.
Jesucristo
asume bien su responsabilidad, lo hace con fidelidad a su conciencia de Hijo de
Dios. San Pablo recomienda la fidelidad, como un buen fruto del Espíritu.
(cfr. Gálatas 5, 22-23). Una forma muy práctica de no caer en la tentación de
la infidelidad es seguir el consejo de san Pedro: “A dónde vamos a ir, si tú
tienes palabras de vida eterna”. (Juan 6, 69).
Santa
Teresa de Calcuta, visionó su apostolado y su misión en la fidelidad a Dios.
Entendió que, en la mente de Dios, el asunto no es tanto de “Éxito”, sino de
fidelidad, de compromiso, de entrega, de servicio. Ella misma afirmaba: “Dios no pretende de mí que tenga éxito.
Sólo me exige que le sea fiel”.
El
Papa Francisco aconseja que nuestra fidelidad debe ser una respuesta a la
fidelidad de Dios. Dios que es fiel
a su palabra, que es fiel a su promesa, que camina con su pueblo llevando a
cabo la promesa al lado de su pueblo. Fiel a la promesa: Dios, que
continuamente se hace sentir como el Salvador del pueblo porque es fiel a la
promesa.
Dios, que
es capaz de re-hacer las cosas, de re-crear, como lo hizo con este paralítico
de nacimiento al que re-creó sus pies, lo sanó (cfr. Hechos 3,6-8), el Dios que
cura, el Dios que siempre trae consuelo a su pueblo. El Dios que re-crea. Una nueva re-creación: esta es su fidelidad
con nosotros.
La
fidelidad de Dios es una fidelidad paciente: tiene paciencia con su pueblo, lo
escucha, lo guía, le explica lentamente y calienta su corazón, como lo hizo
con estos dos discípulos que se alejaban de Jerusalén: conforta sus corazones
para que vuelvan a casa (cfr. Lucas 24, 32-33). La fidelidad de Dios siempre
nos precede y nuestra fidelidad es siempre la respuesta a esa fidelidad que nos
precede. (cfr. Homilía, 15 de abril, 2020).
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