29 de mayo 2024. UN ATENTADO MÁS
CONTRA LA ÉTICA CRISTIANA. Autor: Padre Mario García Isaza. cm Formador
Seminario Mayor, Arquidiócesis de Ibagué. Correo: magarisaz@hotmail.com
Es cada vez más honda y más dolorosa la desazón que experimento al mirar
la marcha de nuestra querida patria, a la que guías ciegos, desatinados y
perversos conducen hacia el abismo. Un proceso nefasto y de muchos años, en el
cual, por una parte, múltiples mecanismos diabólicos fueron minando los
fundamentos de una cultura cristiana acendrada que nutría nuestras costumbres,
y por otra los
responsables de orientar el pensamiento y la acción de los colombianos, tanto
en el ámbito académico como en el político y hasta en el religioso, fueron
perdiendo la ardentía y el valor que se requieren para librar las batallas
necesarias en defensa de los principios, desembocó, como tenía que ser, en el
día aciago en que pudieron usurpar las riendas del poder los enemigos de
aquella cultura. “¡Se fueron los abuelos, se nos borró el camino!”, cantó el
poeta de la tierra.
Son tantos y tan graves
los problemas que ensombrecen la realidad colombiana; son tan ominosas y
siniestras las acciones del que ilegítimamente nos desgobierna y de los
palafreneros que lo rodean; es tan evidente y deplorable la descomposición de
los organismos y estructuras que componen la arquitectura social y política de
Colombia, que uno no atina a escoger el tema más urgente sobre el cual reflexionar
y llamar la atención.
Con el timón en manos de alguien tan desquiciado, incoherente y
lunático como el actual presidente, qué de raro tiene que la nave de la
nación esté al garete. Desentendido de los reales problemas y dificultades que
agobian al pueblo colombiano, él obra alocadamente con la única e insensata
obsesión de poner a Colombia en la órbita comunistoide del socialismo del siglo
XXI; sin que en aras de alcanzar ese propósito le importe una higa sacrificar
muchos logros alcanzados por nuestra sociedad a lo largo de muchas décadas,
llevarse por delante todos los elementos institucionales que le han dado
solidez a Colombia como país
democrático, y arrasar cuanto represente
un valor ético o religioso.
Y que pueda seguir
avanzando en esa tarea proditoria, solo se explica por el hecho de contar, como
cuenta, con un parlamento corrompido
hasta los tuétanos, escenario, en los últimos días, del más nauseabundo
episodio de corrupción que se haya dado en muchos años, y en cuyo recinto no
tienen eco las voces, las pocas voces, que se alzan para defender lo que está
siendo destruido; con unas cortes venales y prevaricadoras manejadas por
personajes carentes del majestuoso y venerable sentido de la rectitud, la moral
y la justicia; con un ejército al que él ha logrado emascular y convertir en el
hazmerreír de las hordas y de los maleantes; con la actitud vergonzante de los
que fueron otrora partidos políticos abanderados de principios, convertidos hoy en cenáculos mendicantes de prebendas
burocráticas y dispuestos a cualquier
claudicación ideológica para alcanzarlas.
Hoy hablo de un nuevo y
terrible atentado que viene preparándose, auspiciado por el gobierno, contra la
moral familiar. Cursa en los pasillos del Congreso el Proyecto de ley 272 de
2022, por medio del cual “se promueve la
no discriminación por motivos de orientación sexual, identidad y expresión de
género diversas en las redes de salud mental y otras instituciones”. Se
trata de un proyecto cuyo trámite se ha ido adelantando sigilosamente en la
Cámara, a escondidas de la comunidad, sin dar lugar, como debería hacerse, a
una amplia discusión nacional; esa es la forma turbia y sórdida en que actúan
los activistas de la ideología totalitaria del gobierno de Petro.
En el periódico el Tiempo
del día lunes 27 de mayo, la doctora Viviane Morales publicó una sesuda columna
sobre el tema, de la cual me atrevo a tomar algunos párrafos, que desnudan la
sibilina malicia de lo que se está urdiendo.
“Este proyecto amenaza a los
padres de familia con cárcel por el delito de tortura…cuando quieran
ejercer sobre sus hijos menores cuidado y orientación respecto de temas tan
delicados como la sexualidad y la cultura familiar….Ya no podrán trasmitirles a
sus hijos sus valores sobre la condición de hombre o de mujer, de familia o de
maternidad y paternidad…Les quitan a los
padres el derecho de hacer conocer su criterio a los hijos, y de
trasmitirles su tradición y sus valores…y…si los padres llegaren a considerar
importante acudir a un apoyo especializado, el proyecto les quita ese derecho,
y amenaza en convertir en delincuentes torturadores a los médicos, sicólogos y
sacerdotes o pastores”.
A todas luces, el escabroso proyecto atenta contra la
misma Constitución colombiana que en el art. 78 garantiza la libertad de
los padres para escoger el tipo de educación que ellos quieran para sus hijos.
Y va, por supuesto, contra la doctrina social de la Iglesia. En “Gravissimum
educationis”, del Concilio Vat. II (3-6), y en el Catecismo de la Iglesia
(2223), se establecen el derecho
absoluto y el deber imperioso que tienen los padres de familia de impartir
educación a sus hijos. Y en el Compendio de la Doctrina Social encontramos: “La
familia tiene una función original e insustituible en la educación de los
hijos” Y ese derecho “debe considerarse como esencial …como original …y
primario… como insustituible e inalienable… no puede ser cancelado por el
Estado” (N°239)
Lo que sí no prohíbe a
los padres el torticero proyecto de ley, - ¡claro! - es que cuando el chico
presente cualquier titubeo afectivo acudan al médico que le realice la cirugía
irreversible, o al laboratorio que le suministre de por vida las hormonas
cruzadas…Y la doctora Morales plantea estos interrogantes, que yo hago míos:
“¿Dónde está la voz de los padres de familia? ¿Dónde la de los rectores y
profesores de colegio? ¿Dónde la de los profesionales de la salud? ¿Dónde la de
las iglesias?
Sigamos implorando la
protección del Dios de Colombia; solo Él podrá sacarnos del túnel tenebroso que
hoy atraviesa nuestra patria.