Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
No matarás,
no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás
a nadie, honra a tu padre y a tu madre”. El hombre le respondió: “Maestro, todo
eso lo he cumplido desde mi juventud”. Jesús lo miró con amor y le dijo: “Sólo
te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un
tesoro en el cielo.” °°° Marcos 10, 17-27.
Para
ser un buen discípulo del Maestro se hace necesario definir prioridades.
Hay que evitar caer en el extremo. Para lograr el Reino de Dios es bueno asumir
las cruces que van apareciendo en la vida misma de cada uno de nosotros.
Asumir la Cruz, es cumplir con los mandatos del
creador. Asumir la
Cruz es el uso moderado de las cosas de este mundo. Asumir la Cruz es aprender
a compartir con los demás y no dejarse atrapar por acumular riquezas
innecesariamente. Asumir la Cruz es seguir los pasos del Maestro.
El
camino se vuelve complicado cuando no coincide el entusiasmo con las exigencias
del seguimiento del Hijo de Dios; y mucho más cuando la opción de estar en
las cosas del Señor no son luz para todos aquellos que me rodean.
Las
personas debemos conservar una escala de valores en nuestra personalidad. No se
trata de despreciar, no se trata de desconocer el sentido familiar, grupal o
social; se trata de un estado de conciencia prioritario, hay que aprender a darle a Dios lo que es de Dios.
Un
discípulo de Cristo es una persona que debe tener conciencia de su propio ser,
no es algo que se le puede ocurrir al azar, sino que la “persona madura
constantemente en el conocimiento, amor y seguimiento de Jesús Maestro,
profundiza en el ministerio de su persona, de su ejemplo y de su doctrina.
El Papa Francisco recomienda que cada cristiano
y cada bautizado discierna cuál es el camino que el Señor le pide: “Todos somos invitados a aceptar
este llamado: salir de la propia
comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del
Evangelio” (Evangelii Gaudium 20).
La
fortaleza de los testigos, está en los poderes que Dios les da para su misión,
aprender a superar los desafíos de la vida: por ejemplo: David logró derrotar
al gigante Goliat, solo porque pensó de una manera diferente. (cfr. 1 Samuel 17, 48-50).
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