Evangelio miércoles 9 de octubre
2024
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
“Le dijo
uno de sus discípulos: Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus
discípulos. Él les dijo: Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre,
venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros
pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos
dejes caer en tentación.” Lucas 11, 1-4.
Nuestra
Iglesia nos enseña la importancia y la trascendencia que tiene la oración del
Padre Nuestro, desde la teología de la salvación. Por ejemplo: La
invocación Padre Nuestro, nos abre una relación excelente con Dios. Todas las
promesas se cumplen y podemos decir con seguridad que él es nuestro Dios.
Nos
liberamos del individualismo porque oramos a un Dios que es nuestro. Orar a
“nuestro” Padre nos abre a dimensiones de su Amor manifestado en Cristo: orar
con todos los hombres y por todos los que no le conocen aún para que “estén
reunidos en la unidad” (Juan 11, 52) (cfr. Catecismo, 2786 - 2793).
Jesucristo
nos enseña el significado y la eficacia de la oración. Grandes santos y
maestros nos enseñado el valor magno que tiene la oración, por ejemplo: “La
oración es una conversación y un coloquio con Dios” (san Gregorio Nacianceno);
“es hablar con Dios” (San Juan Crisóstomo);
“es el pensar
en Dios con piedad y afecto humilde” (San Agustín); “es el piadoso afecto de la
mente que piensa en Dios” (san Buenaventura); “es la elevación de la mente a Dios para alabarlo y pedirle las cosas
convenientes” (Santo Tomás).
Lo
primero que Jesús enseña a propósito de la oración es llamar a Dios con el
nombre de “Padre”. La primera parte del “Padre nuestro” mira directamente a
Dios, mientras la segunda parte se refiere a las necesidades del hombre en la
vida terrena. Santo Tomás de Aquino responde al interrogante, por qué Dios es
nuestro Padre:
debemos honrarle por medio de una alabanza que
brote no sólo de los labios sino sobre todo del corazón; debemos honrarle también por la pureza de
nuestro cuerpo y el ejercicio de la justicia con el prójimo. Por ser nuestro
Padre debemos igualmente imitarle por la perfección del amor y de una
misericordia que vaya siempre acompañada
por las obras.
El
Papa Francisco propone pensar en Jesucristo como el modelo perfecto de toda
oración. En Jesús se cumple la oración y la acción. La oración y las obras.
La oración y la caridad con los demás. La oración y la contemplación.
Jesucristo elige sus apóstoles desde la oración. (Lucas 6, 12-13).
Las grandes decisiones en la misión de
Jesús están siempre precedidas de la oración, pero no de una oración, así,
en passant, sino de la oración intensa y prolongada. (cfr. Audiencia, 2 de
junio 2021).
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