Evangelio miércoles 16 de octubre
2024
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
“Jesús dijo
a los fariseos: “¡Ay de ustedes, fariseos, que pagan el impuesto de la menta,
de la ruda y de todas las legumbres, y descuidan la justicia y el amor de Dios!
Hay que practicar esto, sin descuidar aquello. ¡Ay de ustedes, fariseos, porque
les gusta ocupar el primer asiento en las sinagogas y ser saludados en las
plazas! ¡Ay de ustedes, porque son como esos sepulcros que no se ven y sobre
los cuales se camina sin saber!”
Un doctor de la Ley tomó entonces la
palabra y dijo: “Maestro, cuando hablas así, nos insultas también a nosotros”. Él
le respondió: “¡Ay de ustedes también, porque imponen a los demás cargas
insoportables, pero ustedes no las tocan ni siquiera con un dedo!”. Lucas 11,
42-46.
El
Hijo de Dios se lamenta y le molesta la doble personalidad, la vanidad, la
hipocresía, el ser ventajoso en materia de religión y aplicación de la ley de
Dios. Fariseos y doctores de la ley se sienten interpelados por el enviado
de Dios. El método literario se denomina “Ayes”. Significa lamentarse e
incomodarse ante la vivencia falsa de la religión en una persona.
Una buena lección que nos deja la
Palabra divina es no exigir a los demás lo que la misma persona no está dando
ejemplo. El profeta Isaías advierte: “Ay de los que esconden sus planes y hacen
sus obras tinieblas” (Isaías 29, 15)
Jesucristo
se lamenta de las ciudades incrédulas. “Ay de ti, Corozaín” °°° (Mateo 11,
21). El Maestro propone el arrepentimiento como medio de la superación de la
falsa vivencia de la religión. La verdadera riqueza está en el Reino de Dios.
“Ay de ustedes los ricos” (Lucas 6, 24).
El Maestro no está de acuerdo con el exceso en
las exigencias de la ley. Al contrario, Jesucristo quiere que vivamos según el amor como
criterio universal y ser justo con las demás personas. “Misericordia quiero, no
sacrificios. No hay que condenar a quien no tiene culpa” (Mateo 12, 8).
La
vanidad no hace parte de los planes de Dios para aquellos que serán sus
representantes. Se puede caer en la tentación de creer que seguir una religión
da prestigio, honores, estar por encima de los demás. “Dios resiste a los
soberbios, da gracia a los humildes” (Santiago 4, 6).
La impureza de una persona no está en su
exterior, en lo que
toque, lo que mire, lo que haga. Es el extremo de los legistas al interpretar
la ley judía. (cfr. Éxodo 19, 8-23).
El
Papa Francisco recomienda: purificar el corazón de la hipocresía y del
legalismo. “Cuál es el verdadero centro de la experiencia de la fe, es
decir, el amor de Dios y el amor al prójimo, purificándolo de la hipocresía del
legalismo y del ritualismo”. (cfr. Ángelus, 2 de septiembre, 2018).
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