Evangelio lunes 21 de octubre
2024
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
Jesús dijo:
«Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas
cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí,
Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie
conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sin o el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera
revelar.
Vengan a mí todos los que están
afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan
de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio.
Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.” Mateo 11, 25-30.
Las
virtudes que deben acompañar a quienes escuchen la Palabra de su Maestro.
Quien deseen cumplir bien la misión que el Maestro desea; deberá aprender a ser
persona de la mansedumbre, la humildad,
la paciencia, la caridad inmediata con los demás. Una vivencia buena de la
religión se realiza desde las virtudes.
El Hijo de
Dios no le impone a la fuerza, nada a sus seguidores. Jesucristo se gana la
salvación de la humanidad, proponiendo lo que el ser humano puede dar. El
Maestro de Nazareth, primero se ubica él como ejemplo y después indica a los
creyentes cuál es su compromiso de fe. “Su yugo es suave y su carga es
liviana”.
La
Mansedumbre es una virtud que modera la ira y nos permite tomar decisiones con
la recta razón. Así lo enseña la teología moral en nuestra Iglesia.
Aristóteles filósofo griego y padre de la filosofía occidental enseñaba que, la
persona mansa se ubica en dos extremos: el colérico que se enoja por todo y el
impasible que es la persona que todo le da igual.
La
mansedumbre se gana con el ejercicio diario de controlar nuestros sentimientos.
La persona debe evitar el estar acusándose. Por ejemplo: Es mi genio, yo soy
así, nací así, me volvieron así. La Escritura recomienda: “La suave respuesta
viene bien a todos. Las palabras hirientes, hacen subir la ira, perder la
mansedumbre” (Proverbios 15, 1).
La
mansedumbre se combina muy bien con la humildad. Dios comunica muy bien su
plan de salvación a través de los humildes y sencillos de corazón. Cuando
aprendemos a ser dóciles ganamos en prudencia y humildad de corazón. La persona dócil siempre está abierta al
aprendizaje, corrige a tiempo los errores, piensa para hablar, mide sus
palabras. Jesucristo fue dócil a la voluntad de quien lo envió a Instaurar
su Reino.
La Virgen
María fue dócil al plan de Dios en su vida, en comunión con san José. Quienes
han logrado la santidad de vida, lo hicieron gracias a la docilidad, el dejarse
guiar por el espíritu de Dios. La caridad es la virtud por la cual amamos a
Dios y a los demás. Jesucristo propone
la caridad como el mandamiento nuevo. (cfr. Juan 13, 34) (cfr. Catecismo
Iglesia Católica, 1822 – 1823).
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