Evangelio jueves 31 de octubre
2024
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
“Se
acercaron algunos fariseos que le dijeron: «Aléjate de aquí, porque Herodes
quiere matarte.» Él les respondió: «Vayan
a decir a ese zorro: hoy y mañana expulso a los demonios y realizo curaciones,
y al tercer día habré terminado. Pero debo seguir mi camino hoy, mañana y
pasado, porque no puede ser que un profeta muera fuera de Jerusalén.
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a
los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise reunir
a tus hijos, como la gallina reúne bajo sus alas a los pollitos, y tú no
quisiste! Por eso, a ustedes la casa les quedará vacía. Les aseguro que ya no
me verán más, hasta que llegue el día en que digan: ¡Bendito el que viene en
nombre del Señor!». Lucas 13, 31-35.
San
Jerónimo presbítero y doctor de la Iglesia, tenía razón cuando propuso pensar
en la posibilidad de que los santos lugares son útiles a los que llevan su cruz.
¿Cómo se logra vencer el mal y la tentación? Con la vivencia teológica de la Cruz.
A pesar de que el Hijo de Dios es amenazado por Herodes, la respuesta sigue
siendo: “Expulso demonios y realizo curaciones, y a l tercer día habré
terminado”. La Cruz de Cristo es la salvación del género humano.
Felices
todos aquellos que pongan su confianza en la Cruz de Cristo, afirma el
santo y doctor de la Iglesia: No nos debemos felicitar por haber estado en
Jerusalén, sino por haber vivido santamente en ella. La ciudad que debemos buscar no es la que mató a los profetas y
derramado la sangre de Cristo, sino aquella que se alegra por los canales de un
río que viene de Dios (cfr. Salmo 46, 5), la que, construida sobre un monte, no
puede quedar escondida, aquella que el apóstol Pablo proclama la madre de los
santos y en la que él mismo se alegra de residir juntamente con los justos (Salmo
45, 5; Mateo 5, 14; Gálatas 4, 26).
Debemos
aprenderle a Jesucristo su respeto por el lugar santo: Jesús profesó el más
profundo respeto al Templo de Jerusalén. Fue presentado en él por José y María
cuarenta días después de su nacimiento (Lucas 2, 22-39). A la edad de doce
años, decidió quedarse en el Templo para recordar a sus padres que se debía a
los asuntos de su Padre (cfr. Lucas 2, 46-49).
Durante su
vida oculta, subió allí todos los años al menos con ocasión de la Pascua (cfr.
Lucas 2, 41); su ministerio público estuvo jalonado por sus peregrinaciones a
Jerusalén con motivo de las grandes fiestas judías (cfr. Juan 2, 13-14)
(Catecismo Iglesia Católica, 583).
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