Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
Pero él
seguía gritando todavía más fuerte: ¡Hijo de David, ten compasión de mí! Jesús
se detuvo entonces y dijo: Llámenlo. Y llamaron al ciego, diciéndole: ¡Ánimo!
Levántate, porque él te llama. El ciego tiró su manto; de un salto se puso en
pie y se acercó a Jesús. Entonces le dijo Jesús: ¿Qué quieres que haga por ti?
El ciego le contestó: Maestro, que pueda ver. Jesús le dijo: Vete; tu fe te ha
salvado. Al momento recobró la vista y comenzó a seguirlo por el camino.”
Marcos 10, 46-52.
La
fe define el camino de un discípulo para poder encontrar a su Maestro.
Pueden existir una variedad de formas para encontrar a Dios. La virtud de la fe
indica con total seguridad quién es el Maestro, qué desea el Maestro, cuáles
son las condiciones para seguir al Maestro. Pensemos en algunos momentos en que
personas encontraron a Dios desde su misma fe. Por ejemplo, la mujer
clasificada como la hemorroísa por la misma sociedad, no permite ser descartada
por las normas judías. (cfr. Levítico 15, 19-33).
Su fe la lleva a convencer al Maestro de
sanarla y devolverle su dignidad. Existían las leyes sobre lo puro y lo impuro. En el fondo
descalificaban a las personas de la sociedad. (cfr. Levítico 13 – 15).
Jesucristo responde: “Tu fe te ha curado, vete en paz” (cfr. Marcos 5,
21-43).
La
verdadera fe nos permite superar la ceguera, la terquedad, la soberbia. El
primer paso es aceptar que tenemos la limitación. Dos ciegos piden al
Maestro diciendo: Hijo de David, compadécete de nosotros. El Maestro pregunta:
¿Creen que yo puedo hacerlo? Ellos responden: Si Señor. El Maestro dice: “Que
se haga conforme a su fe” (cfr. Mateo 9, 27-31). Los ciegos superan su
limitación gracias a su fe.
El
segundo paso es creer que Dios puede sanarnos. Una fe convencida que él es
el único que lo puede hacer. Un leproso dice al Maestro: “Señor, sé que solo tú
me puedes sanar. ¿Quieres hacerlo? Jesús dice: Si quiero. Le impuso las manos y
quedó sano. (cfr. Mateo 8, 1-4).
El
tercer paso es creer en el poder de la Palabra de Jesús de Nazareth. Cuando
la persona recibe la sanación de su Señor, se pone en camino a seguir a su
Maestro. En enfermo dice al Hijo de Dios, no tengo quién me ayude a buscar la
sanación. Jesucristo dice: “Levántate, toma tu camilla y anda” (cfr. Juan 5,
1-9).
SI DESEAS ESCUCHAR EL AUDIO DE ESTA REFLEXIÓN
HAZ CLICK AQUÍ