18 de junio 2025. “El señorío de Dios, es el amor”. Ángelus Regina Coeli, Papa Francisco. Plaza de san Pedro. Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Deseo
expresar mi gratitud a cuantos, en los días de mi ingreso en el Policlínico
Gemelli, me han manifestado afecto, preocupación y amistad, y me han asegurado
el apoyo de la oración. Esta cercanía humana y espiritual ha sido para mí de
gran ayuda y consuelo. ¡Gracias a todos, gracias a vosotros, gracias de
corazón!
Hoy, en el
Evangelio, Jesús llama por nombre – llama por nombre - y envía a los doce Apóstoles. Al enviarles,
les pide que anuncien una sola cosa: «Id proclamando que el Reino de los Cielos
está cerca» (Mateo 10,7). Es el mismo anuncio con el que Jesús inició su
predicación: el reino de Dios, es decir
su señorío de amor, se ha hecho cercano, viene en medio de nosotros. Y esta
no es una noticia entre las otras, sino la realidad fundamental de la vida: la
cercanía de Dios, la cercanía de Jesús.
De hecho,
si el Dios de los cielos está cerca, nosotros no estamos solos en la tierra y
en las dificultades tampoco perdemos la fe. Esto es lo primero que hay que
decir a la gente: Dios no es distante,
sino que es Padre. Dios no es distante, es Padre, te conoce y te ama;
quiere tomarte de la mano, también cuando vas por senderos empinados y
difíciles, también cuando caes y te cuesta levantarte y retomar el camino; Él,
el Señor, está ahí, contigo. Es más, a menudo en los momentos en los que eres
más débil puedes sentir más fuerte su presencia. ¡Él conoce el camino, ¡Él está
contigo, Él es tu Padre! ¡Él es mi Padre! ¡Él es nuestro Padre!
Nos
quedamos en esta imagen, porque anunciar
a Dios cercano es invitar a imaginarse como un niño, que camina de la mano del
padre: todo le parece diferente. El mundo, grande y misterioso, se vuelve
familiar y seguro, porque el niño sabe que está protegido. No tiene miedo y
aprende a abrirse: encuentra otras personas, encuentra nuevos amigos, aprende
con alegría cosas que no sabía y después vuelve a casa y cuenta a todos lo que
ha visto, mientras crece en él el deseo de hacerse mayor y hacer las cosas que
ha visto hacer al padre. Es por esto que Jesús parte de aquí, porque la cercanía de Dios es el primer anuncio:
estando cerca de Dios vencemos el miedo, nos abrimos al amor, crecemos en el
bien y sentimos la necesidad y la alegría de anunciar.
Si queremos ser buenos apóstoles, debemos ser
como los niños:
sentarnos “en las rodillas de Dios” y desde ahí mirar el mundo con confianza y
amor, para testimoniar que Dios es Padre, que Él solo transforma nuestros
corazones y nos da esa alegría y esa paz que nosotros mismos no podemos
alcanzar.
Anunciar
que Dios está cerca. ¿Pero cómo hacerlo? En el Evangelio Jesús aconseja no decir muchas palabras, sino
realizar muchos gestos de amor y de esperanza en el nombre del Señor; no
decir muchas palabras, sino realizar gestos: «Curad enfermos – dice - resucitad
muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis: dadlo gratis» (Mateo 10, 8). Este es el
corazón del anuncio: el testimonio gratuito, el servicio. Os digo una cosa: a mí
me dejan siempre perplejos los “parlanchines”, con su mucho hablar y no hacer
nada.
Llegados a
este punto, hagámonos algunas preguntas: nosotros, que creemos en el Dios
cercano, ¿confiamos en Él? ¿Sabemos mirar adelante con confianza, como un niño
que sabe que es llevado en brazos del padre? ¿Sabemos sentarnos en las rodillas
del Padre con la oración, con la escucha de la Palabra, acercándonos a los
Sacramentos? Y, finalmente, cerca de Él, ¿sabemos infundir valentía a los
otros, hacernos cercanos a quien sufre y está solo, a quién está lejos y
también a quien nos es hostil? Esta es la concreción de la fe, esto es lo que
cuenta.
Y ahora
rezamos a María, que nos ayude a sentirnos amados y a transmitirnos cercanía y
confianza. Fuente e Imagen de Vatican. Va. Copyright.