10 de marzo 2024. “Jesús no vino a condenar sino a salvar”. Ángelus Regina Coeli, Papa Francisco, Plaza de san Pedro. Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este
cuarto domingo de Cuaresma el Evangelio nos presenta la figura de Nicodemo (cfr.
Juan 3,14-21), un fariseo, «uno de los notables entre los judíos» (Juan 3,1).
É
l vio los signos que Jesús ha cumplido, reconoció en Él un maestro enviado por
Dios, y fue a encontrarlo de noche, para no ser visto. El Señor lo acoge,
dialoga con él y le revela que no vino a
condenar, si no para salvar el mundo (cfr. v. 17). Detengámonos a
reflexionar sobre esto: Jesús no vino a condenar, sino a salvar. ¡Es hermoso!
A menudo en
el Evangelio vemos a Cristo desvelar las intenciones de las personas que
encuentra, a veces desenmascarando actitudes falsas, como con los fariseos (cfr.
Mateo 23,27-32), o haciéndolas reflexionar sobre el desorden de su vida, como
la Samaritana (cfr. Juan 4,5-42). Ante
Jesús no hay secretos: Él lee en el corazón, en el corazón de cada uno de
nosotros. Y esta capacidad podría ser perturbadora porque, si mal utilizada,
hace daño a las personas, exponiéndolas a juicios faltos de misericordia. Nadie, en hecho es perfecto, todos somos
pecadores, todos nos equivocamos, y si el Señor usara el conocimiento de
nuestras debilidades para condenarnos, nadie podría salvarse.
Pero no es
así. Porque Él no lo utiliza para señalarnos con el dedo, sino, para abrazar
nuestra vida, para liberarnos de los pecados y para salvarnos. A Jesús no interesa procesarnos o
someternos a una sentencia; Él quiere que ninguno entre nosotros se pierda.
La mirada del Señor sobre cada uno de nosotros no es un faro cegador que
deslumbra y pone en dificultad, sino el suave resplandor de una lámpara amiga,
que nos ayuda a ver en nosotros el bien y a darnos cuenta del mal, para
convertirnos y sanarnos con el sostén de su gracia.
Jesús no
vino a condenar, sino a salvar el mundo. Pensemos
en nosotros, que tantas veces condenamos a los demás; tantas veces nos gusta
chismorrear, buscar chismes contra los demás. Pidamos al Señor que nos dé,
a todos nosotros, esta mirada de misericordia, para mirar a los demás como Él
nos mira a todos nosotros.
Que María
nos ayude a desear el bien los unos a los otros. Fuente: Vatican. Va.