Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
No es que
Yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para la salvación de
ustedes. Juan era la lámpara que arde y resplandece, y ustedes han querido
gozar un instante de su luz.
Pero el testimonio que Yo tengo es
mayor que el de Juan: son las obras que el Padre me encargó llevar a cabo.
Estas obras que Yo realizo atestiguan que mi Padre me ha enviado. Y el Padre
que me envió ha dado testimonio de mí. Ustedes nunca han escuchado su voz ni
han visto su rostro, y su palabra no permanece en ustedes, porque no creen al
que Él envió.” Juan 5, 31-47
Jesucristo es verdaderamente el Hijo
de Dios, el Mesías, el Salvador del mundo. El
testimonio define el ser y la obra de quien es enviado por Dios al mundo.
De acuerdo a la Sagrada Escritura se requieren dos testigos para que un
testimonio sea válido. Los testigos confirman cómo ocurrieron los hechos y al
mismo tiempo da credibilidad que la doctrina y los principios de Dios son
verdaderos. Por ejemplo: el apóstol san Pablo advierte a quienes viven en
Corinto que en su próxima visita todo el asunto se decidirá por declaración de
dos o tres testigos. (2 Corintios 13, 1).
Los judíos tenían una norma en su
ley para investigar si algo es verídico. Lo primero, hay que averiguar las
pruebas, lo segundo, nadie puede ser condenado por un solo testigo. Jesucristo
propone solucionar las divergencias con los demás, utilizando el medio de los
testigos. Si una persona falla, habla a solas con ella, si no te escucha, llama
una o dos personas. (Mateo 18, 15-17).
El Hijo de Dios le enseña a la
humanidad que su mejor testigo es su Padre celestial. Para Jesucristo es muy importante el testimonio, no tanto la
erudición que una persona pueda tener de la Escritura. Dice el Maestro:
“Las obras que yo realizo, acreditan que mi Padre me ha enviado.” (Juan 5, 36).
Quienes no
le creen a Jesucristo que Él es enviado de Dios, la misma Palabra divina
certifica que él es quien da la vida eterna. (Juan 5, 39). El Papa Benedicto
XVI enseña que la base para que cambie
nuestra vida es “Creer” si Dios existe para una persona, su vida se
convierte en luz, su futuro es luz, su vivir es como la luz. (cfr. Homilía, 15
de agosto, 2006).
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