Evangelio viernes 8 de marzo 2024
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
“Un escriba
se acercó a Jesús y le preguntó: “¿Cuál es el primero de los mandamientos?” Jesús
respondió: “El primero es: «Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único
Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma,
con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas». El segundo es: «Amarás a tu
prójimo como a ti mismo». No hay otro mandamiento más grande que éstos”.
El escriba le dijo: “Muy bien,
Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que Él, y
que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las
fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos
y todos los sacrificios”. Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente,
le dijo: “Tú no estás lejos del Reino de Dios”. Y nadie se atrevió a hacerle
más preguntas.” Marcos 12, 28b-34.
Si
se trata de vivir según la ley de Dios, la podríamos sintetizar en la palabra
“Amor” que en su raíz original, significa “Hacer el bien”. La conclusión
sería: Amar a Dios y a los demás, es el perfecto programa de vida para un
creyente, para un misionero, para un consagrado, para un ministro, para todo
aquel que pretenda saber si vive como Dios manda. Otro detalle, es tener en
cuenta que Amar a Dios y a los demás son
inseparables. No existe ninguna posibilidad en que alguien diga que ama
tanto a Dios, pero desprecia y/ o descarta a los demás.
El
Papa Francisco propone entender el verbo transitivo amar con las siguientes
actitudes hacia los demás: No obrar con rudeza, no ser descortés, que las
palabras y gestos sean agradables y no ásperas, ni rígidas. La cortesía es una
escuela de sensibilidad y desinterés. Si aceptamos que el amor de Dios es
incondicional, que el cariño del Padre no se debe comprar ni pagar, entonces podremos amar más allá de todo, perdonar a
los demás aun cuando hayan sido injustos con nosotros. (cfr. Exhortación
apostólica, Amoris Laetitia, 99 y 108).
Los
santos nos dejaron grandes enseñanzas sobre el amor. Por ejemplo: “El amor es
la perfección del Espíritu”. “La perfección de la vida, es la perfección
del amor”. San Agustín de Hipona decía: “La medida del amor es amar sin
medida”. El amor es la belleza del alma.
Santa
Teresa de Calcuta afirmaba: “Para perdonar se necesita amar y para olvidar se
necesita humildad”. San Juan Pablo II proponía: “El amor verdadero no pone
condiciones, no calcula ni se lamenta, simplemente ama”. Santa Teresa de
Lisieux dijo: “El verdadero amor
empieza, cuando no se busca nada a cambio”. El santo Padre Benedicto XVI
recordaba que la santidad consiste en no anteponer nada al amor de Cristo.
(cfr. Ángelus, 10 de julio, 2005).
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