Evangelio jueves 21 de marzo 2024
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
“Jesús dijo
a los judíos: “Les aseguro que el que es fiel a mi palabra no morirá jamás”. Los
judíos le dijeron: “Ahora sí estamos seguros de que estás endemoniado. Abraham
murió, los profetas también, y Tú dices: ‘El que es fiel a mi palabra no morirá
jamás’. ¿Acaso eres más grande que nuestro padre Abraham, el cual murió? Los
profetas también murieron. ¿Quién pretendes ser Tú?”
Jesús
respondió:
“Si Yo me glorificara a mí mismo, mi
gloria no valdría nada. Es mi Padre el que me glorifica, el mismo al que
ustedes llaman «nuestro Dios», y al que, sin embargo, no conocen. Yo lo conozco
y si dijera: «No lo conozco», sería, como ustedes, un mentiroso. Pero Yo lo
conozco y soy fiel a su palabra. Abraham, el padre de ustedes, se estremeció de
gozo, esperando ver mi Día: lo vio y se llenó de alegría”. Los judíos le
dijeron: “Todavía no tienes cincuenta años ¿y has visto a Abraham?” °°° Juan 8,
51-59.
Para
ser buenos discípulos de Dios, el Nazareno propone dos consignas. La primera, la persona que permanece en su
Palabra, que es fiel a su Palabra, que se deja guiar por su Palabra,
logrará vivir según la verdad y por supuesto que ganará la libertad de los
hijos de Dios.
La segunda propuesta es cómo logra una persona
ganar la eternidad.
El Maestro dice: “Si alguno guarda mi Palabra, no verá la muerte jamás”. (Juan
8, 51). Existe una relación dinámica
entre la Palabra de Dios, la fe en esa Palabra, vivir de acuerdo a la Palabra y
obtener la salvación, la eternidad.
El mundo judío no lo entendió en su
momento. Daban opiniones como estas: Estás endemoniado. °°° ¿Eres más que
nuestro padre Abraham? Los profetas ya murieron, ¿Quién te crees tú? El problema de fondo es la fe. Mientras
una persona no permita que la fe guie y oriente la razón, la inteligencia, el
entendimiento humano. Seguirá buscando otros medios que no ofrecen vida eterna
y no propician la salvación.
Nuestra
Iglesia Católica nos permite estar atentos a aquello que lastima la fe, que
desorienta la fe. Por ejemplo: El primer mandato de la ley de Dios nos pide
que guardemos con prudencia nuestra fe y evitemos pecar contra la fe. La duda
involuntaria no nos permite sostener la limpieza de la fe.
La incredulidad es el desprecio de la verdad
revelada. La
presunción cuando una persona presume de sus capacidades y no necesita de
medios de salvación. La superstición, no damos culto al verdadero Dios. La
idolatría, es divinizar lo que no es Dios. (cfr. Isaías 44, 9-10). La
adivinación y magia. La simonía. (cfr. Catecismo, 2084 – 2132).
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