30 de julio 2025. “Comunicarnos con honestidad y prudencia”.
Audiencia Papa León XIV. Jubileo Jesucristo Nuestra Esperanza.
Queridos hermanos y hermanas:
Con esta catequesis terminamos nuestro recorrido por la vida
pública de Jesús, hecha de encuentros, parábolas y curaciones.
También este tiempo que estamos viviendo necesita curación.
Nuestro mundo está atravesado por un clima de violencia y odio que mortifica la
dignidad humana. Vivimos en una sociedad que se está enfermando a causa de
una «bulimia» de conexiones en las redes sociales: estamos hiperconectados,
bombardeados por imágenes, a veces incluso falsas o distorsionadas. Somos
arrollados por múltiples mensajes que suscitan en nosotros una tormenta de
emociones contradictorias.
En este escenario, es posible que surja en nosotros el deseo
de apagar todo. Podemos llegar a preferir no sentir nada. Nuestras palabras
también corren el riesgo de ser malinterpretadas, y podemos sentir la tentación
de encerrarnos en el silencio, en una incomunicación en la que, por muy
cercanos que estemos, ya no somos capaces de decirnos las cosas más simples y
profundas.
A este respecto, me gustaría detenerme hoy en un texto del
Evangelio de Marcos que nos presenta a un hombre que no habla ni oye (cf. Marcos
7, 31-37). Precisamente como nos podría pasar a nosotros hoy, este hombre quizá
decidió no hablar más porque no se sentía comprendido, y apagar toda voz porque
se sentía decepcionado y herido por lo que había oído.
De hecho, no es él quien acude a Jesús para ser sanado,
sino que lo llevan otras personas. Se podría pensar que quienes lo conducen
al Maestro son los que están preocupados por su aislamiento. Sin embargo, la
comunidad cristiana ha visto en estas personas también la imagen de la Iglesia,
que acompaña a cada ser humano hasta Jesús para que escuche su palabra. El
episodio tiene lugar en un territorio pagano, por lo que nos encontramos en un
contexto en el que otras voces tienden a cubrir la voz de Dios.
El comportamiento de Jesús puede parecer extraño al
principio, porque toma consigo a esta persona y la lleva aparte (v. 33a).
Parece así acentuar su aislamiento; pero, mirándolo bien, este gesto nos ayuda
a comprender lo que se esconde detrás del silencio y la cerrazón de este
hombre, como si hubiera captado su necesidad de intimidad y cercanía.
Jesús le ofrece ante todo una proximidad silenciosa, a
través de gestos que hablan de un encuentro profundo: toca los oídos y la
lengua de este hombre (cf. v. 33b). Jesús no usa muchas palabras, dice lo único
que es necesario en este momento: «¡Ábrete!» (v. 34). Marcos reproduce la
palabra en arameo, “effetá”, casi para hacernos sentir «en vivo» el sonido y el
soplo. Esta palabra, sencilla y hermosa, contiene la invitación que Jesús
dirige a este hombre que ha dejado de escuchar y de hablar. Es como si Jesús le
dijera: «¡Ábrete a este mundo que te asusta! ¡Ábrete a las relaciones que te
han decepcionado! ¡Ábrete a la vida que has renunciado a afrontar!».
Cerrarse, de hecho, nunca es una solución.
Después del encuentro con Jesús, esa persona no solo vuelve
a hablar, sino que lo hace «normalmente» (v. 35). Este adverbio insertado por
el evangelista parece querer decirnos algo más sobre los motivos de su
silencio. Quizás este hombre dejó de hablar porque le parecía que decía las
cosas mal, quizás no se sentía adecuado. Todos experimentamos que se nos
malinterpreta y que no nos sentimos comprendidos. Todos necesitamos pedirle
al Señor que sane nuestra forma de comunicarnos, no solo para ser más
eficaces, sino también para evitar herir a los demás con nuestras palabras.
Volver a hablar “normalmente” es el comienzo de un
camino, no es todavía el punto de llegada. De hecho, Jesús prohíbe a ese
hombre contar lo que le ha sucedido (cf. v. 36). Para conocer verdaderamente a
Jesús hay que recorrer un camino, hay que estar con Él y atravesar también su
Pasión. Cuando lo hayamos visto humillado y sufriendo, cuando experimentemos el
poder salvífico de su Cruz, entonces podremos decir que lo hemos conocido
verdaderamente. No hay atajos para convertirse en discípulos de Jesús.
Queridos hermanos y hermanas, pidamos al Señor que podamos aprender
a comunicarnos con honestidad y prudencia. Oremos por todos aquellos que
han sido heridos por las palabras de los demás. Oremos por la Iglesia, para que
nunca falte en su tarea de llevar a las personas a Jesús, para que puedan
escuchar su Palabra, ser sanadas por ella y convertirse, a su vez, en
portadoras de su anuncio de salvación. Fuente e Imagen de Vatican. Va.