Autor: Padre, Mario García Isaza, c. m. Formador, Seminario
Mayor, Arquidiócesis de Ibagué, Colombia.
Una de las características de todo buen católico, es el
amor a la Iglesia. Y éste tiene, entre sus manifestaciones irrenunciables,
el amor al Papa. Un amor que hunde sus raíces en la fe: es que creemos que el Sumo Pontífice es
el Cristo visible, aquel que ha sido
puesto por Dios para conducir la grey, como Pastor supremo, hacia los prados eternos; es que profesamos
que el Espíritu Santo cumple en él, de manera especial, la promesa hecha por
Jesucristo a los Apóstoles ; es que cuando en el Credo confesamos nuestra fe en
la apostolicidad de la Iglesia, estamos proclamando nuestra convicción de que el
Papa es el auténtico sucesor de Pedro.
Nuestro amor al Papa no es un servilismo estúpido, ni
emocional ni mental; y mucho menos una especie de apego sentimentaloide,
parecido al que muchos tienen por los ídolos de barro que fabrican los medios
de comunicación. ¡No! Es sentido de Iglesia; es, reitero, cuestión de fe; es
adhesión a una Iglesia que su divino Fundador quiso jerárquica. Y por eso nos
mantenemos atentos a sus enseñanzas y adherimos a ellas con fidelidad
indeclinable; y por eso la persona del santo Padre, su vida y su trabajo, están
presentes en nuestra diaria y filial oración.
No suelen ser nuestros periodistas y algunos medios,
escritos, radiales o televisivos, cuando incursionan en los terrenos de la
religión y de la Iglesia, ni muy objetivos ni muy bien informados, y
frecuentemente ni siquiera respetuosos. Y no es raro que incidan en insolencias
que rayan en la mentira, el vilipendio y la indignidad. Guardo por ahí, entre
papeles y en el archivo de la memoria, glosas de algunos columnistas que
traspasan todos los límites marcados por la verdad y la simple decencia. No es,
tengo que decirlo, ante todo, el caso de la página que publicó ayer, miércoles
7 de septiembre, El Tiempo, y que lleva la firma del señor Mauricio Vargas
Linares. Es un escrito respetuoso; ¡bien
por eso!
Pero, ¡lástima!, desliza entre líneas afirmaciones o
sugerencias que evidencian desinformación, e incluso lindan con la falsedad. En
su conjunto, las afirmaciones del columnista tratan de mostrar a un hombre que
no ha estado a la altura de sus compromisos y de las expectativas nacidas de su
status en la Iglesia y el mundo; y de describir un pontificado otoñal y mustio
que provoca sentimientos de frustración.
Cuando la realidad es muy, pero muy otra.
Afirmar, como lo hace el señor Vargas, que el Papa
Francisco ha ido situando sus alfiles, calculadamente, en la conformación del
colegio cardenalicio, para asegurar que de algún modo su sucesor siga su
misma línea de pensamiento y acción, es algo teñido de una suspicacia sin
fundamento alguno; no, no es así, a la manera de nuestros gobernantes
politiqueros, como el santo Padre actúa. ¿Con qué fundamento osa este señor
atribuirle al Pontífice esa matrería?
Sostener que “nada ha cambiado en cuanto al papel de las
mujeres” en la Iglesia, es sencillamente mostrar que no conoce – o
deliberadamente oculta – las valentísimas decisiones que este Papa ha tomado
relacionadas con el rol de la mujer en la Iglesia. No ha cedido, es cierto, a
la empecinada pretensión de que se confiera el sacerdocio a la mujer; y en eso
nadie tiene por qué llamarse a engaño, puesto que en su documento programático,
la Evangelii Gaudium, el Papa había asentado sin ambages :”El sacerdocio
reservado a los varones, como signo de Cristo Esposo que se entrega en la
Eucaristía, es una cuestión que no se pone en discusión” (N° 104)
Pero esa
afirmación categórica está hecha por él en el contexto de la no menos tajante
del número anterior del documento: “Es necesario ampliar los espacios para una
presencia femenina más incisiva en la Iglesia”. (103) Y el santo Padre no se ha
quedado en afirmaciones. El señor Vargas ignora, - o, repito, calla
maliciosamente-… las audaces medidas adoptadas por el Papa Francisco para
brindar espacios harto significativos y protagónicos a la mujer en los asuntos
de la Iglesia. Por si es que los ignora, le doy algunos datos, entre otros
muchos.
Por primera vez en la historia, en varios de los Dicasterios
y Congregaciones que ayudan al Papa en el gobierno de la Iglesia han sido
nombradas mujeres; así, una mujer es la Subsecretaria de la Sagrada
Congregación para los Institutos de Vida Consagrada; otra, Paola Fabrizini,
funge con el mismo cargo en el Consejo Pontificio para la Unidad de los
Cristianos; en el Dicasterio para los laicos, la vida y la familia, una laica,
Ana Cristina Villa, dirige los asuntos de la mujer; Flaminia Giovanelli es
subsecretaria del Pontificio Consejo de Justicia y Paz;
el Dicasterio de las comunicaciones tiene
entre sus ejecutivos a la eslovaca Natasa Govekar y a la brasileña Cristiane
Murray; hace poco, el Papa nombró a la monja Raffaela Petrini como Secretaria
General – algo así como alcaldesa -del Estado de la Ciudad del Vaticano. Y en
el Sínodo de los Obispos, por primera vez y con poder de voto, cumple como
Subsecretaria general una mujer, Nathalie Becquart. Una mujer es la directora
general de los Museos Vaticanos.
Y en el Consejo Económico del Vaticano hay seis mujeres.
Podría seguir ilustrando la aparente ignorancia del señor Vargas con muchísimos
otros casos; es bueno que sepa que todos esos cargos estaban hasta ahora
confiados a los varones. Y déjeme añadirle algo más :¿ sabe usted que desde el
año pasado, 2021, el Santo Padre estableció que pueden ser canónica y
litúrgicamente instituidas como Lectoras y Acólitas, y por tanto como ministras
de la Sagrada Comunión, las mujeres? ¿Seguirá usted afirmando que “nada ha
cambiado”?...
Habla el señor Vargas de la actitud asumida por el santo
Padre frente a la guerra de Ucrania y frente a la vil persecución de que es
víctima la Iglesia bajo los ignominiosos regímenes de Nicaragua y de Cuba.
Probablemente desearía él conocer acciones determinantes del Sumo Pontífice
para la solución de esas dolorosas situaciones; pero no puede negar nadie
que el Pastor universal de la Iglesia se ha pronunciado, en forma reiterada y
palmaria, clamando por el cese de la violencia y el sufrimiento infligidos a
esos pueblos y a la Iglesia; y ¿Qué sabemos de lo que el Papa, seguramente,
ha tratado y trata de gestionar al respecto? Como brillantemente lo dice hoy el
Cardenal Jorge Jiménez, “nunca la diplomacia con altoparlantes ha sido
eficaz”. Se vuelve un exegeta de
refinada malicia y de cierta perversidad Mauricio Vargas cuando insinúa
sibilinamente que el Papa no ha hablado ni obrado más paladinamente en estos
casos porque “pesa en su actitud su histórica cercanía con sectores de
izquierda”. Francamente, don Mauricio, ¡le sobró malicia indígena!
El último párrafo de la página que estoy glosando es de
veras lamentable. Contra la forma sombría en que allí se augura lo que será la
herencia espiritual que un día, ojalá muy lejano, dejará nuestro Santo Padre
Francisco a la Iglesia y al mundo, - el pontífice de 85 años, así se despacha
el columnista, vive el ocaso de su papado y se va quedando con poco que mostrar
para la historia…” -nosotros estamos ya seguros de que él ha sido un regalo
maravilloso de Dios. Sigamos atendiendo, con devoción y cariño nacidos de la
fe, la petición que nos hace de rezar por él. Correo del autor: magarisaz@hotmail.com