JESUCRISTO NO EXCLUYE LAS PERSONAS
Evangelio Miércoles 21 de septiembre 2022
Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué
Dice el santo Evangelio: “Vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme.» Él se levantó y lo siguió. Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?» Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos.” Mateo 9, 9-13.
Un recaudador de impuestos se convierte en apóstol, en evangelista, en signo de Iglesia, en ejemplo de conversión. Llama mucho la atención cómo un publicano, un colector de impuestos para los romanos, es llamado a formar parte del equipo de trabajo de Jesús de Nazareth. Predicó en Judea, escribió su Evangelio. La liturgia en nuestra Iglesia católica, a manera de referencia aplica a la vida de Mateo, como una persona muy instruida en la ley de Moisés. Con todo su corazón de dedicó a poner por obra la ley de Dios, a enseñar los mandatos y preceptos de su Señor. (cfr. Esdras 7, 6-10).
Podemos afirmar con seguridad, que: La Iglesia no nació de un fortín de hombres santos e inmaculados; la Iglesia del Maestro comenzó a surgir de la conversión de hombres que aceptaron y asimilaron la Palabra de Cristo. Aquellos que dieron respuesta a su propuesta, quienes dejaron tocar su corazón por la Gracia de Dios, quienes vislumbraron un futuro mejor de la sociedad, accediendo al llamado del Señor. Cuando las personas buscan afanosamente el ser apóstoles, y lo hacen por un atractivo externo, se convierten en piedras que aprietan el zapato. La vocación del apóstol depende de la Gracia y del amor de Dios.
Un buen apóstol logra su misión y el éxito de su Maestro, cuando: se identifica con Jesús de Nazareth. Tal como lo recomienda la Escritura, escuchando a su Maestro, como un buen discípulo, sentado a sus pies. (cfr. Lucas 10,39). Un apóstol va creciendo en su fe y la convierte en servicio para la sociedad. Se acostumbra a vivir según la virtud de la humildad. Aplica en Evangelio de su Maestro: Si alguien se equivoca corrígelo. Le pide a Dios que le aumente la fe. Aprende a servir con humildad. (cfr. Lucas 17, 5-10). Un apóstol permanece con las lámparas encendidas. Lo guía el amor a Dios y a todos los demás. (cfr. Lucas 12, 35-40).
El Papa emérito Benedicto XVI enseña que: Jesús no excluye a nadie de su amistad. Es más, precisamente mientras se encuentra sentado a la mesa en la casa de Mateo-Leví, respondiendo a los que se escandalizaban porque frecuentaba compañías poco recomendables, pronuncia la importante declaración: "No necesitan médico los sanos sino los enfermos; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores". (cfr. Homilía, 30 de agosto de 2006).
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