4 de diciembre 2022. “Adviento, tiempo de gracia para quitarnos las máscaras”. En el Ángelus en la plaza de San Pedro, el Papa Francisco insta a aprovechar la ocasión de la gracia del Adviento para” purificarnos del sentido de superioridad, del formalismo y de la hipocresía” y convertirnos a una vida nueva, siguiendo el camino de la humildad. "Con Jesús siempre hay una oportunidad de volver a empezar". "¡Él nos espera y no se cansa jamás de nosotros!"
“Para acoger a Dios no importa la destreza, sino la
humildad; hay que bajar del pedestal y sumergirse en el agua del
arrepentimiento”. Fue la indicación del Papa a los miles fieles y peregrinos
congregados en la plaza de San Pedro, en su breve alocución antes de rezar la
oración del Ángelus, este segundo domingo de Adviento.
Asomado desde la ventana del Palacio Apostólico, ante una
plaza adornada con el Pesebre y el árbol de Navidad inaugurados ayer por la
tarde, el Santo Padre centró su reflexión en el pasaje del Evangelio de Mateo
(Mt. 3,1-12) propuesto por la liturgia del día, que describe la figura de Juan
Bautista, “hombre alérgico a la duplicidad”.
De hecho, el texto evangélico relata que “llevaba un vestido
de pelo de camello", que "su comida era langostas y miel
silvestre" (Mt 3,4) y que invitaba a todos a la conversión: "¡Conviértanse,
porque el reino de los cielos está cerca!".
Es decir, explica Francisco, “un hombre austero y radical,
que a primera vista puede parecernos incluso duro e infundir cierto temor”, y
que nos lleva a preguntarnos porqué la Iglesia lo propone cada año como
principal compañero de viaje durante el tiempo de Adviento. “¿Qué se esconde
detrás de su severidad, detrás de su aparente dureza? ¿Cuál es el secreto de
Juan? ¿Cuál es el mensaje que la Iglesia nos da hoy con Juan?
En realidad, el Bautista, más que un hombre duro, es un
hombre alérgico a la duplicidad. Por ejemplo, cuando fariseos y saduceos,
conocidos por su hipocresía, se acercan a él, ¡su "reacción alérgica"
es muy fuerte!
Algunos de ellos, de hecho, - precisa el Papa -
probablemente acudían a él por curiosidad o por oportunismo, porque Juan se
había hecho muy popular. Ellos se sentían satisfechos “y ante la llamada
apremiante del Bautista, se justificaban diciendo: ‘Abraham es nuestro padre’”.
El grito de amor del Bautista para volver a Dios
“Así, entre duplicidad y presunción, no aprovecharon la
ocasión de la gracia, la oportunidad de comenzar una nueva vida: estaban
encerrados en la presunción de ser justos”, comenta el Santo Padre. Por eso
Juan les dice: “¡Muestren los frutos de una sincera conversión!". Se trata
de “un grito de amor como el de un padre que ve a su hijo arruinarse y le dice:
‘¡No desperdicies tu vida!”.
De hecho, la hipocresía es el peligro más grave, porque
puede arruinar incluso las realidades más sagradas.
Por eso el Bautista -como luego también Jesús- es duro con
los hipócritas, para sacudirlos, dice el Santo Padre. En cambio, los que se
sentían pecadores "acudían a él, confesaban sus pecados y Él los bautizaba
en el Jordán".
Es así: para acoger a Dios no importa la destreza, sino la
humildad; hay que bajar del pedestal y sumergirse en el agua del
arrepentimiento.
Quitarnos las máscaras y reconocer nuestros pecados
El Pontífice evidencia entonces que Juan con sus
"reacciones alérgicas", nos hace reflexionar y preguntarnos si no
somos también nosotros, a veces, un poco como esos fariseos: “Tal vez miramos a
los demás por encima del hombro, pensando que somos mejores que ellos, que
tenemos nuestra vida en nuestras manos, que no necesitamos cada día de Dios, de
la Iglesia, de nuestros hermanos, y olvidamos que solamente en un caso es
lícito mirar a otro de arriba para abajo: cuando es necesario ayudarlo a
levantarse”.
“El Adviento es un tiempo de gracia para quitarnos las
máscaras - que cada uno tiene- y ponernos en fila con los humildes; para
liberarnos de la presunción de creernos autosuficientes, para ir a confesar
nuestros pecados, aquellos escondidos, y recibir el perdón de Dios, para pedir
perdón a los que hemos ofendido. Así comienza una nueva vida”
Seguir el camino de la humildad
Y para iniciar una nueva vida, el camino es uno solo, el de
la “humildad”:
Purificarnos del sentido de superioridad, del formalismo
y de la hipocresía, para ver en los demás a los hermanos y las hermanas,
pecadores como nosotros, y en Jesús ver al Salvador que viene por nosotros, tal
como somos, con nuestras pobrezas, miserias y defectos, sobre todo con nuestra
necesidad de ser levantados, perdonados y salvados.
Con Jesús siempre podemos volver a empezar
Concluyendo su reflexión, el Papa invita a recordar una cosa
más:
Con Jesús siempre hay una oportunidad de volver a
empezar. Nunca es demasiado tarde, existe siempre la posibilidad de
recomenzar, ¡Tengan coraje! Él está cerca de nosotros y este es un tiempo de
conversión. Él nos espera y no se cansa jamás de nosotros. Escuchemos el
llamado de Juan Bautista a volver a Dios y no dejemos pasar este Adviento como
los días del calendario porque este es un tiempo de gracia, de gracia también
para nosotros, ahora, aquí.
“Que María, la humilde sierva del Señor, nos ayude a
encontrarnos con Él, Jesús, y con nuestros hermanos en el camino de la
humildad” es la oración final del Pontífice. Fuente: Vatican News. Imagen de
Vatican. Va. Copyright.