31 de enero de 2023

SER PROFETA ES UNA MISIÓN EXIGENTE Evangelio miércoles 1 de febrero 2023


SER PROFETA ES UNA MISIÓN EXIGENTE  
                             
Evangelio miércoles 1 de febrero 2023
Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué
“Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oírle, quedaba maravillada, y decía: «¿De dónde le viene esto? y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?» Y se escandalizaban a causa de él. Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio».  Marcos 6, 1-6.
 
Ser profeta tiene sus ventajas y tiene sus riesgos.  La configuración personal de alguien como profeta le define su capacidad de éxito ante la evangelización y los mensajes que debe anunciar. El Hijo de Dios de Dios plante al tema de una manera muy sabia. “Nadie es profeta en su tierra”. Dios se vale de la misma creación para que su voz sea escuchada por todos los rincones de la tierra, siempre ha tenido la diligencia y delicadeza para comunicar sus deseos, no hizo nada sin avisar a la humanidad su cometido. 

Dios siempre ha guardado un orden en sus cosas.  Inició un proceso de salvación a través de los patriarcas, después a través de los profetas, y por último dice la Sagrada Escritura, envió a su Hijo único, para que Él se encargara de comunicar los planes de su Padre celestial. (cfr. Juan 3, 14-21). 
 
            La carta a los Hebreos en la Escritura, que es la carta sacerdotal por excelencia. Nos permite conocer con absoluta certeza la misión del Hijo en nombre de Dios: Dice el autor anónimo: “En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas. Ahora en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha ido realizando las edades del mundo. Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. El sostiene el universo con su palabra poderosa”. (Hebreos 1, 1-3).
 
            Nuestro Papa emérito enseña que ningún profeta es bien recibido entre las personas que lo vieron crecer. (cfr. Marcos 6, 4). De hecho, Jesús, después de dejar Nazaret, cuando tenía cerca de treinta años, y de predicar y obrar curaciones desde hacía algún tiempo en otras partes, regresó una vez a su pueblo y se puso a enseñar en la sinagoga. Sus conciudadanos «quedaban asombrados» por su sabiduría y, dado que lo conocían como el «hijo de María», el «carpintero» que había vivido en medio de ellos, en lugar de acogerlo con fe se escandalizaban de él (cfr. Marcos 6, 2-3). 

Este hecho es comprensible, porque la familiaridad en el plano humano hace difícil ir más allá y abrirse a la dimensión divina. A ellos les resulta difícil creer que este carpintero sea Hijo de Dios. Jesús mismo les pone como ejemplo la experiencia de los profetas de Israel, que precisamente en su patria habían sido objeto de desprecio, y se identifica con ellos. (cfr. Ángelus, 8 de julio, 2012).
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