SER PROFETA ES UNA MISIÓN EXIGENTE
Evangelio miércoles 1 de febrero 2023
Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué
“Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oírle, quedaba maravillada, y decía: «¿De dónde le viene esto? y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?» Y se escandalizaban a causa de él. Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio». Marcos 6, 1-6.
Dios siempre ha guardado un orden en sus cosas. Inició un proceso de salvación a través de
los patriarcas, después a través de los profetas, y por último dice la Sagrada
Escritura, envió a su Hijo único, para que Él se encargara de comunicar los
planes de su Padre celestial. (cfr. Juan 3, 14-21).
La carta a los Hebreos en la
Escritura, que es la carta sacerdotal por excelencia. Nos permite conocer con
absoluta certeza la misión del Hijo en nombre de Dios: Dice el autor anónimo: “En
distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros
padres por los profetas. Ahora en esta etapa final, nos ha hablado por el
Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha ido
realizando las edades del mundo. Él es reflejo de su gloria, impronta de su
ser. El sostiene el universo con su palabra poderosa”. (Hebreos 1, 1-3).
Nuestro Papa emérito enseña que
ningún profeta es bien recibido entre las personas que lo vieron crecer. (cfr.
Marcos 6, 4). De hecho, Jesús, después de dejar Nazaret, cuando tenía cerca de
treinta años, y de predicar y obrar curaciones desde hacía algún tiempo en
otras partes, regresó una vez a su pueblo y se puso a enseñar en la sinagoga.
Sus conciudadanos «quedaban asombrados» por su sabiduría y, dado que lo
conocían como el «hijo de María», el «carpintero» que había vivido en medio de
ellos, en lugar de acogerlo con fe se escandalizaban de él (cfr. Marcos
6, 2-3).
Este hecho es comprensible, porque la familiaridad en el plano
humano hace difícil ir más allá y abrirse a la dimensión divina. A ellos
les resulta difícil creer que este carpintero sea Hijo de Dios. Jesús mismo les
pone como ejemplo la experiencia de los profetas de Israel, que precisamente en
su patria habían sido objeto de desprecio, y se identifica con ellos. (cfr.
Ángelus, 8 de julio, 2012).
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