Evangelio miércoles 24 de enero
2024
Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis
de Ibagué
Les decía
en su instrucción: «Escuchad. Una vez salió un sembrador a sembrar. Y sucedió
que, al sembrar, una parte cayó a lo largo del camino; vinieron las aves y se
la comieron.
Otra parte cayó en terreno
pedregoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó en seguida por no tener hondura
de tierra; pero cuando salió el sol se agostó y, por no tener raíz, se secó.
Otra parte cayó entre abrojos;
crecieron los abrojos y la ahogaron, y no dio fruto. Otras partes cayeron en
tierra buena y, creciendo y desarrollándose, dieron fruto; unas produjeron
treinta, otras sesenta, otro ciento.» Y decía: «Quien tenga oídos para oír, que
oiga.» °°° Marcos 4, 1-20
El que tenga oídos que oiga. Digámoslo de otra forma: Quien desee
escuchar, que escuche. En el ejercicio
del oído se guardan una buena cantidad de secretos para organizar nuestras
vidas. Muchas personas pueden pensar que la importancia en la organización
de un ser humano está en la inteligencia. La Sagrada Escritura propone pensar
en la posibilidad de utilizar correctamente los órganos de los sentidos, para
perfeccionar la razón, el entendimiento y usar correctamente la
inteligencia.
El
salmo 115 nos permite evaluar nuestra manera de proceder ante los eventos de
nuestra vida. ¿Dónde estará el error? “Tenemos boca, pero no sabemos
hablar. Tenemos oídos, pero no sabemos escuchar. Tenemos manos, pero no sabemos
palpar. Tenemos pies y no sabemos caminar. (Ps. 115, 5-7).
Escuchar
es un sabio consejo para encontrar el Reino de Dios. Para discernir
correctamente la Palabra del Salvador. Para entender dónde está la voluntad
de Dios. Lo primero es aprender a escuchar. La vida enseña que para aprender a
escuchar es obligatorio el silencio, solo escuchar. Dejar que las ideas inunden
la inteligencia y el corazón. Meditar en silencio lo que has escuchado.
Evitar los
juicios mediante el ejercicio del escuchar. Evitar convertirse en consejero de
quien está transmitiendo una idea. Evitar estar a la defensiva. Por qué será que muchas veces debemos
decirle a los demás: ¿Por qué no escuchas?
La calidad de vida nuestra dependerá
de la capacidad de escucha y asimilación del mensaje dicho por el Evangelio para
mí. No es para ajusticiar a los demás, ni tampoco para crear miedo. Quienes escuchen la Palabra y la ubiquen en
su corazón, darán muchos frutos en el Reino de Dios.
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